Es un hecho que el 70% de lo que comunicamos a diario corresponde a lo que se conoce como comunicación no verbal, o lo que es lo mismo, lo que transmitimos sin pronunciar palabra: gestos, posturas corporales, expresiones, miradas, etc.

El psicólogo Paul Ekman fue pionero en el estudio de la conducta no verbal, de las expresiones faciales así como también el ocultamiento de las emociones. Así, en 1972, logró definir seis emociones básicas: ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa, sosteniendo que las expresiones faciales asociadas a las emociones mencionadas anteriormente, no son determinadas culturalmente sino que son más bien involuntarias, inconscientes y universales. Sus investigaciones han demostrado que también existen las llamadas microexpresiones. Esto viene a referirse a la momentánea e involuntaria expresión facial que tenemos las personas en consonancia con la emoción puntual que sentimos. Por lo general, estas microexpresiones suelen darse en situaciones consideradas de riesgo para el sujeto, donde hay mucho que ganar o perder.

Estos pequeños gestos duran menos de un segundo, suelen ser automáticos, no se pueden disimular y se utilizan para conocer el estado emocional de una persona. Tanto es así, que desde hace décadas el reconocimiento de las microexpresiones se ha incorporado a todos los protocolos de seguridad, siendo básico en el diseño de las medidas de seguridad contra el terrorismo. Lo cierto es que las emociones son arrolladoras. Por ejemplo, la tristeza duplica el riesgo de padecer un infarto, aunque también una profunda alegría lo podría provocar. La ira está muy relacionada con la hipertensión, el infarto de miocardio y los trastornos gastrointestinales. Y es que el cuerpo grita lo que la boca calla.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)