Querido/a lector/a, la semana pasada saltó una noticia que más allá que lo que dice y propone sobre Cataluña, es vivo ejemplo de lo que debe ser la política y de cómo ejercerla en defensa del bien común y con vocación de que sea fecunda, con soluciones y esperanza en el futuro. La referencia de la noticia decía que el diputado Miquel Iceta del Partit dels Socialistes Catalans (PSC) convocaba a una mesa de diálogo al resto de fuerzas políticas catalanas y, a este efecto, presentaba una propuesta para desencallar la situación. Quería y quiere impulsar el diálogo, la convivencia, el consenso y, a partir de ahí, avanzar en el autogobierno, el progreso económico y social.

La cuestión es que Miquel Iceta, que no es tonto, (posiblemente es el político más valiente e inteligente del país) sabía que a pesar de la bondad de su oferta, en una primera instancia estaba condenada al fracaso. Tenía y tiene constancia de que en Cataluña existe demasiada confrontación improductiva. Para unos, los del PP y Ciudadanos, una sensata sugerencia que aconseja reformas en el Estatuto y la Constitución, nueva financiación y medidas para salir de la parálisis institucional, aunque no rompe la unidad de España ni da derechos diferentes al resto del CCAA, todavía es demasiado y, aunque se autodenominen centro-dialogante, ni se han sentado a hablar. Para otros, los de la CUP, ERC y PdCat, tampoco sirve, de momento solo les interesa la independencia. Bueno pues, aun imaginado el resultado, la reunión se ha celebrado y han acordado que no hay acuerdo, pero seguirán reuniéndose. Y eso, en el fondo, es lo que buscaba Miquel Iceta y el PSC, hacer política: no resignarse, reconocer al otro, presentar propuesta para reflexionar conjuntamente posibles soluciones… etc. Lo otro, seguir en la parálisis pero sin hacer nada o solo gritando «tengo razón», es olvidar el derecho que a un futuro con esperanza tienen las gentes y las tierras de Cataluña.

*Analista político