Si en algo coinciden todos los partidos es en que las victorias refuerzan hasta al líder más débil y las derrotas abren en canal cualquier organización por sólida que sea. Dicen quienes hace no mucho mandaban en la calle Génova que se veía venir el batacazo electoral del PP. Las voces que hace semanas hablaban en susurros pronuncian ahora en voz más alta aquello de «ya lo dije yo». Pablo Casado lo tenía difícil. En su entorno le recomendaron que no siguiera el camino del primer Pedro Sánchez que se dedicó a atacar a Podemos, atacando por tanto a sus antiguos votantes. Lanzarse contra quien se marcha a Ciudadanos o a Vox, le dijeron, sería atacarnos a nosotros mismos y complicaría alianzas futuras. Era muy difícil taponar a la vez la sangría hacia el centro iniciada hace años y la iniciada ahora hacia la derecha.

Pero las críticas internas antes y después del batacazo no llevan esa melodía. Tienen más que ver con los fichajes (Juan José Cortés, Suárez Illana, la incoporación de toreros o la elección de los candidatos de Madrid). Críticas que tienen que ver con la falta de sensibilidad en el discurso sobre las mujeres (Cayetana Álvarez de Toledo burlándose de las peticiones de cambio del Código Penal sobre el consentimiento en las relaciones sexuales. Un cambio al que el PP se había sumado hace meses tras la sentencia de la Manada).

En algunos territorios también ha dolido la tardanza en responder a Vox cuando sus dirigentes empezaron a insultar al PP llamándoles «derechita cobarde». Especialmente cuando Casado abrió la puerta a meter ministros de Vox si conseguía llegar a Moncloa. Estos movimientos han molestado tanto que algunos (como Albiol, no precisamente del ala progresista del partido), ya reniegan de sus siglas en la campaña de las municipales a punto de comenzar.

En los grupos de Whatsapp entre dirigentes populares se comenta de nuevo si Nuñez Feijóo hará algún movimiento tras las elecciones del 26 de mayo o si su tiempo ha pasado después de aquella rueda de prensa en la que decidió no pelear por la presidencia del PP. Uno de esos dirigentes me decía el otro día que dar por muerto políticamente a Casado, y al PP, es no haber aprendido nada del renacido Pedro Sánchez. Habrá que prestar atención a un nombre de mujer que en estos últimos años se ha preocupado por cultivar una imagen institucional en mitad del tsunami del PP que le ha valido el respeto profesional de todos los grupos políticos. Ana Pastor no se vio salpicada por la caída de Rajoy, a pesar de su cercanía y del escándalo Gürtel, ni se ha visto tocada por el batacazo de Casado en el que ha intervenido poco o nada. ¿Será el PP el primer partido con opciones de gobierno en tener una mujer al frente?

*Periodista