Querido lector:

Hace unas semanas participé como jurado de los Premios de Turismo que otorga anualmente la Cámara de Comercio de Castellón y me sorprendió sobremanera que entre las múltiples reflexiones que acompañaron a los debates sobre la política, el modelo, los problemas, las necesidades, las virtudes y los defectos del turismo en nuestra provincia, predominara de forma notable la afectación de las plagas de mosquitos que la provincia, por diversas causas, naturales y políticas, ha padecido durante las dos últimas campañas turísticas estivales.

Eran los empresarios mismos los que ponían el grito en el cielo ante los problemas que sufrieron de cancelaciones, malestar y pésima imagen, cuando el asunto se nos había querido vender solo como una problemática puntual de salud pública o de mala gestión municipal.

Ante esas reflexiones, Mediterráneo ha pulsado la opinión ya no solo de algunos empresarios concretos sino de las voces representativas de todos los sectores empresariales del turismo provincial y todas han sido coincidentes. Las plagas de mosquitos en primavera y verano se han convertido en un problema grave de afectación económica y, por tanto, además de la prevención sanitaria es urgente la implicación de las administraciones para erradicarlo o minimizarlo.

Y he aquí el problema, tal y como Mediterráneo ha denunciado en reiteradas ocasiones en los dos últimos años. Las competencias de las administraciones en el asunto son confusas, no están bien definidas, y aunque parezca mentira son utilizadas también como confrontación política. Hándicap al que se suma también el hecho de que la lucha contra los mosquitos no puede ser individualizada, un municipio ahora y otro después, sino coordinada en todo el territorio afectado. Una coordinación que debería contemplar las aplicaciones técnicas y científicas, las sanitarias y las económicas de forma integral y continuada, empezando en invierno.

Ante esta coyuntura... permítanme que por ahora sea muy, pero que muy pesimista.