¿Cómo habrá ido este verano la vida de los móviles? Porque los móviles no han hecho vacaciones. Algunos se han dado algunas horas de descanso, e incluso han sido tan valientes y con tanto autodominio, que han decidido no presentarse en la playa. Ni hacerse un hueco entre los vasos del vermut y los platillos de olivas. Me ahorro hacer el elogio de los móviles, tan merecido; su disponibilidad permanente, día y noche. Como Sancho Panza estaba a la permanente disposición de su dueño, Don Quijote.

No puedo saber cuántos usuarios del móvil han seguido el consejo del Departament de Salut: aprovechar las vacaciones para descansar de tanta máquina. Hacer dieta digital. Descansar mentalmente del exceso de estímulos a los que nos pueden imponer las TIC. “Ahora puedo” (llamar) no debe confundirse con “ahora me toca”.

El consejo de Salut es un buen consejo pero no todos los usuarios del móvil están preparados para practicar, la virtud de la abstinencia. Que no debería ser permanente, pero quizá sí periódica. Y me pregunto si algunos usuarios empedernidos tienen la rara y admirable capacidad de mantener una perfecta conversación profesional. “Ya he recibido el pedido que me habías prometido el martes”, dicen mientras las hermosas olas se acercan amablemente a los pies que descansan en la arena...

El progreso de la tecnología es tan útil como invasivo, y pienso que a lo largo del la vida conviene aprender a practicar el arte de hacer paréntesis. Tumbarse en la arena, cerrar los ojos durante un rato, escucharse la tranquila respiración es una extraordinaria oportunidad que nos ofrece la playa.

Maeterlinck, un famoso poeta y ensayista belga, escribió que entre todas las estaciones del año el verano es la estación de la felicidad. Cervantes dijo prácticamente lo contrario: “Por la canícula ardiente estará la cólera a punto”. Si hubieran conocido los móviles no habrían sido tan radicales. H

*Periodista.