Había una vez una comunidad que lo tenía todo para estar entre las más ricas de España. Sin embargo, tras 20 años de gobiernos de un mismo color, el resultado no pudo ser más negro. Desde fuera se conocía a la comunidad como el Levante feliz, aunque sus habitantes sabían que eso era falso.

En 1995 la industria suponía un 25% de su PIB, por encima de lo que suponía en España. Tras 20 años de apostar esos gobiernos por la economía especulativa, con pelotazos que hicieron ricos a algunos de los que estaban en la pomada del gobierno, con grandes eventos que dilapidaban el dinero público y no generaban tejido productivo, se consiguió que la industria supusiera solo el 14,5%, por debajo de la media española. Se perdió gran parte del motor de una sociedad avanzada.

Durante esos 20 años se dejó languidecer la agricultura. Habría que haber tomado decisiones de modernización de las estructuras agrarias pero no se hizo nada, los intereses estaban en el dinero fácil. Por poner un ejemplo, en esa época desde países como Israel o Marruecos se patentaron variedades de naranjas y de clementinas controlando su producción para no hundir los precios. Así se consiguió que fuesen de las que más valen ahora en el mercado. En esa comunidad, uno de los lugares del mundo donde se producía más naranjas, no se hizo nada; el resultado es que la agricultura está en una situación crítica.

Como consecuencia de impulsar esa economía de especulativa y no la productiva, la comunidad pasó de tener menos tasa de paro que la media española, a ser la quinta en porcentaje de personas en paro, superando, escandalosamente, el 27%. La renta per cápita se situó en un 88% de la media española, o sea, sus ciudadanos eran doce puntos más pobres que la media. Una comunidad que lo tenía todo para estar entre las más ricas, estaba medio arruinada. Mientras tanto el Gobierno derrochaba a manos llenas en un gran evento tras otro permitiéndose, con dinero público, hacer lo que otras comunidades no podían permitirse.

Durante los 20 años se intentó hacer negocio con la sanidad pública. Se privatizaron hospitales públicos, que funcionaban bien, para que unos pocos sacaran beneficios a costa de que los tratamientos más costosos se los endosaran a la red pública. Se llegó al extremo de que el gobierno se negó a pagar a todos los enfermos de hepatitis C un medicamento que salvaba su vida. El que tenía los 70.000 euros que valía el tratamiento se libraba de la enfermedad, y los que no los tenían, la inmensa mayoría, sufrían la degradación de su organismo sin saber cuando se les administraría el tratamiento.

Una nefasta consecuencia de 20 años de esos gobiernos fue la degradación de la reputación de la comunidad. Una comunidad de personas honradas y trabajadoras era conocida fuera por la corrupción imperante. Tres de los cuatro presidentes de la comunidad están en los tribunales por corrupción, un sinfín de vicepresidentes y consellers están o condenados y en la cárcel, o con el juicio en marcha, o imputados a la espera de juicio.

Esa comunidad, que seguro que a estas alturas saben les hablo de la nuestra, estaba en bancarrota, con el mayor porcentaje de deuda de España, con el paro por las nubes y la reputación por los suelos, empobreciéndose año a año respecto a la media española y con un gobierno preocupado prioritariamente por las decenas de cargos públicos imputados en los juzgados, y sin solución para la comunidad.

La solución la encontró la ciudadanía en 2015 votando cambio de Gobierno. Gracias al célebre acuerdo del Botànic llegó a la Comunitat un gobierno progresista, liderado por el president Ximo Puig y cambiaron las cosas a mejor. No fue fácil, pero con el trabajo de todos se han conseguido logros importantes.

Una de las primeras decisiones del gobierno presidido por Ximo Puig fue administrar el fármaco que curaba la hepatitis C a todos los enfermos de la Comunitat. Fueron 150 millones empleados en lo mejor que se pueden emplear, en salvar vidas de los ciudadanos. Con ello se demostraba que las prioridades del gobierno habían cambiado. Cuatro años después de que los ciudadanos de la Comunitat optaran por el cambio es momento de votar otra vez, de decidir si se revalida al president Puig.

Tras cuatro años de gobierno del president Ximo Puig, según la EP, la Comunitat Valenciana tiene 26.000 parados menos que a finales de 2008. Sólo hay cinco comunidades que puedan decir eso: La Rioja, con 100 menos; Baleares, con 500; Castilla y León, con 11.000; Andalucía con 11.300; y Cataluña con 13.600. La Comunitat Valenciana es la que presenta el mejor resultado de España.

No tengo duda de que los ciudadanos y las ciudadanas saben que lo que les conviene es revalidar al president Ximo Puig por los logros conseguidos. Se ha trabajado intensamente, con honradez, con transparencia, con eficiencia en el gasto público, con la prioridad en las personas, erradicando la economía especulativa y apostando por la productiva, revirtiendo la privatización de la sanidad pública, reforzando la educación pública y la protección social, y se ha levantado la hipoteca reputacional de la Comunitat.

Además se ha visibilizado en Madrid el problema valenciano: no somos el Levante feliz y padecemos una injusta financiación que nos sitúa como la comunidad que menos dinero recibe por persona. Ximo Puig había conseguido por primera vez en la historia que los presupuestos generales del estado consignaran para la Comunitat un porcentaje de inversiones similar a lo que suponemos como porcentaje de población. Un hecho histórico que se hubiera traducido en puestos de trabajo y oportunidades de futuro con las infraestructuras productivas. Lamentablemente, los presupuestos no se aprobaron pero revalidando a Ximo Puig y a Pedro Sánchez conseguiremos, al fin, el trato presupuestario que merecemos.

¡Movilicémonos! Ximo Puig ha trabajado duro por la reconstrucción de la Comunitat. Ahora es la hora de que los ciudadanos, con su voto, opten por revalidarlo, por que siga construyendo un proyecto abierto para una Comunitat abierta.

La Comunitat Valenciana tiene grandes posibilidades de progreso si conseguimos articular de forma equilibrada la diversidad y los intereses que representa. El presidente Puig ha sabido hacerlo y su buen gobierno garantiza una suma positiva de las voluntades diversas de nuestro pueblo. Una pluralidad que configura un equipo en el que cabemos todos. Apoyemos todo esto. El reto de una Comunitat mejor está en nuestros votos.

*Presidente de la Autoridad Portuaria de Castellón