Mucho se ha escrito del llamado efecto Mr Wonderful y sus efectos psicológicos porque si bien es cierto que alcanzar la felicidad es algo a lo que todos aspiramos aunque sea puntualmente, no es menos cierto que no todo en la vida es de color de rosa, ni uno puede conseguir todo lo que se propone ni la vida nos aporta solo emociones positivas. En la vida real pasa más bien al contrario. Y como en la vida, lo mismo pasa en la política. También en la municipal.

No es fácil el aceptar que desde los ayuntamientos de los municipios no se puede conseguir todo lo que uno quiere. Por una parte los recursos son limitados y aunque nos gustaría tener un operario de limpieza en cada calle, que el autobús pare en cada esquina, los contenedores de basura estén cerca de cada portal pero no delante o que haya un policía 24 horas al día en cada plaza, la realidad no puede ser más alejada de lo ideal. Por otra parte también nos topamos con los complejos y tediosos procedimientos administrativos que nos retrasan más de lo deseado (y esperado) casi cualquier actuación. Consecuencias del mal uso del poder político antaño.

Creo que uno de los mayores problemas en la gestión diaria de los ayuntamientos es el reparto de competencias. Pese a ser la administración más cercana a la ciudadanía y la primera puerta a la que tocan los vecinos cuando necesitan algo, no es ningún secreto que en demasiados aspectos estamos atados de pies y manos. Que si leyes Montoro, que si tasas de reposición, que si informes de otras administraciones... no es ninguna excusa ni ninguna crítica hacia nadie, simplemente una reflexión de cómo hemos hecho, entre todos, la gestión municipal demasiado compleja y como ello también ha contribuido a dañar el nombre de la política. Tenía razón el compañero de corporación y amigo Vicente Guillamón cuando preguntaba en pleno por las ayudas que la conselleria debe pagar a los pescadores. Sabe él y todos los que me conocen que comparto su preocupación y que no tiene justificación que otras autonomías hayan pagado y la nuestra no. Pero los pescadores nos preguntan a los concejales de su ciudad, no van a otras administraciones. Es difícil de explicar como un documento tan importante como el Plan General para una ciudad tan importante como Castelló y en una situación tan peculiar y singular como la nuestra no reciba la sensibilidad que nosotros creemos que merece y corra el peligro de convertirse en un documento más de un municipio más en algún despacho en València. Pero de metacentralismo ya hablaré otro día. Nadie en la calle entiende que se pidan unas tasas entre administraciones para invertir millones de euros y convertir un camino degradado en una vía verde. Y no hablamos de saltarnos la ley, sino de acogernos a aquellos artículos de la misma que faciliten las cosas.

Entiendo que cada administración defienda sus intereses y sé que todo responsable político y técnico tienen la máxima voluntad de mejorar el día a día de la ciudadanía pero desafortunadamente no siempre es una cuestión de voluntad y hace falta compromiso y sensibilidad. Seguro que vienen mal dadas pero es nuestra obligación trabajar para resolver los problemas.

*Portavoz del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló