Ni los propios integrantes de la mítica banda de rock deben llevar la cuenta de cuántos conciertos han dado en su maratoniana carrera. Pero lo que sí que saben es que el último, en La Habana, no fue uno más de los Rolling Stones. Que se lo digan a la multitud que tomó la Ciudad Deportiva de la capital cubana en el llamado concierto del deshielo, en el que disfrutaron de los acordes, la voz y los contoneos de Mick Jagger en canciones que el régimen castrista había considerado hasta hace muy poco inapropiadas, antirrevolucionarias y satánicas. El Gobierno de Cuba ha abierto la puerta al mundo desde que en el 2014 se anunciara el inicio de la normalización de relaciones con EEUU. Lo ha reiterado la histórica visita de Barack Obama, el primer presidente estadounidense que pisaba la isla en casi un siglo.

Solo unos días después se ha producido este acontecimiento musical y cultural de igual carga simbólica. También la ha tenido para los propios Stones, unos maestros del show business y de la imagen como demuestra su presencia en la cúspide del rock a lo largo de cinco décadas. Y al frente de todo, un Jagger que no dudó en emular a Bob Dylan al dirigirse al público en español, con una frase --“las cosas están cambiando”-- que lo resume todo.