El (des)Gobierno de Sánchez e Iglesias dedica todas sus energías a denunciar fakes y a poner en marcha campañas de descrédito contra todo aquel que ose criticar a alguno de sus miembros. Un Ejecutivo que está claramente sobrepasado, ahogado en su propia incapacidad para gestionar esta crisis sanitaria, y sin proyecto alguno para abordar el drama económico que ya se cierne sobre España.

El pan nuestro de cada día son estadísticas cuadradas a martillazos, cifras que nadie se cree, comparecencias que parecen un teatrillo de colegio, órdenes ministeriales que se improvisan y mutan más que el virus que han de combatir… y la amenaza diaria de la mano dura, propia de sus idolatradas dictaduras bolivarianas, para protegerse. Ellos, los dueños de la verdad absoluta. Por ‘el bien de los compatriotas’. Por supuesto, ellos son los que deciden lo que conviene. ‘Aló presidente’, cuyo tedio y duración es inversamente proporcional a la sustancia final tras cada mensaje.

Pero los adalides de la verdad única e incuestionable, los que ponen en marcha páginas web solo para difamar a los que les llevan la contraria, son incapaces de recibir su propia medicina.

Ellos, los que abrieron la veda de las caceroladas para protestar contra Su Majestad el Rey de España Don Felipe VI en la pandemia, resulta que ahora son incapaces de tolerar el ruido de los vecinos de la calle Núñez de Balboa de Madrid, hartos de soportar mentiras y de ver cómo se retuercen los derechos y libertades fundamentales bajo un jurídicamente injustificable Estado de Alarma. Barreras de agentes para disolver a los vecinos que durante la hora de su paseo, sacan sus cachivaches para apagar su impotencia a base de ‘cucharazos’ a unas cazuelas que, a este paso, no va a haber ni con qué llenar.

Estado de Alarma no es Estado de Excepción. Los derechos fundamentales, mal que les pese a los aduladores de Hugo Chávez, están intactos, porque son de los españoles gracias a la Constitución.

Jarabe democrático lo llamaba la izquierda. Tomen su propia medicina. Y prepárense porque el ruido de las cazuelas de los vecinos de Núñez de Balboa, y las del resto de calles de España, van a generar tal estruendo, que no les van a quedar censuras que puedan ahogar el grito de un país que está harto de mentiras, ineficacia y manipulación.

*Alcaldesa de Vall d’Alba y diputada provincial del Partido Popular