Con la muerte del expresidente de Israel, Shimon Peres, desaparece el último de los grandes fundadores del Estado de Israel. Arquitecto de los acuerdos de Oslo, premio Nobel de Paz y reputado estadista de un gran prestigio internacional, Peres fue durante décadas el rostro del proceso de paz que nunca ha llegado a fructificar entre israelís y palestinos. Más popular en la escena internacional que en su país, donde no fue capaz de ganar unas elecciones y tenía reputación de maquinador de intrigas, Peres se esforzó en el ámbito político y en otros como el deportivo y el social (a través del Centro Peres para la Paz) en promover la coexistencia entre palestinos e israelís como camino a la paz.

La muerte de Peres recuerda que el proceso de paz que abanderó y que llegó a personificar se encuentra en vía muerta. El Israel de hoy, liderado por Binyamin Netanyahu en coalición con grupos más extremistas que él, ha abandonado la mesa de negociación y ahonda en la colonización de los territorios ocupados, como hace unos días denunció, de nuevo, John Kerry. Del lado palestino, uno de los grandes hitos de los acuerdos de Oslo, la Autoridad Nacional Palestina (ANP), perdió su peso político con la muerte de Yasir Arafat y hoy es poco más que un organismo gestor de ayuda internacional en Cisjordania, con la franja de Gaza en manos de Hamás. La paz por la que Peres trabajó, con sus acusados claroscuros, se antoja como un objetivo lejano sino imposible.