La desigualdad estructural entre hombres y mujeres se evidencia aún más en momentos de crisis. Ellas, que sufren la violencia económica con la brecha salarial y un desigual acceso a los recursos; ellas, que soportan un reparto desigual de los cuidados a niños y mayores; ellas, que son víctimas de la violencia machista y las agresiones sexuales; ellas, infrarrepresentadas en los puestos directivos de las empresas… de nuevo, ellas se encuentran en una situación de vulnerabilidad mayor ante esta crisis social y sanitaria derivada del coronavirus.

En estos días no puedo dejar de pensar en aquellas mujeres que viven confinadas junto a sus maltratadores, y en sus hijas e hijos. Solo en la primera semana desde que se decretó el estado de alarma, la Guardia Civil ha registrado 5.000 actuaciones por violencia de género en toda España, entre atenciones telefónicas e intervenciones de protección. Es un dato dramático, que no puede dejarnos indiferentes. Quiero aprovechar esta tribuna para decirles a las mujeres víctimas de violencia machista que no están solas, que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado siguen al pie del cañón, que los servicios de atención, también el municipal en Castelló, continúan a su disposición. En una emergencia de esta magnitud hemos de cuidarnos entre todas y todos, y prestar especial atención a las mujeres que se encuentran en esta situación tan delicada.

TAMBIÉN PIENSO en el personal sanitario, que está echando el resto para responder ante una crisis sin precedentes en la historia reciente. Y en aquellas personas que se encargan de cuidar de nuestros mayores en las residencias y en los servicios de atención domiciliaria. Son dos sectores, el de la sanidad y el de los cuidados, fuertemente feminizados. Detengámonos precisamente en esta cuestión: las mujeres libran la batalla contra la covid-19 en primera línea. Expuestas al riesgo para atender a quienes más lo necesitan en esta situación e, incluso, soportando el aislamiento como medida de prevención para reducir las posibilidades de contagio.

VISIBILICEMOS también a las empleadas de los supermercados y de la limpieza, que estas semanas trabajan para dispensar a la ciudadanía los servicios básicos. O reparemos en las dificultades para conciliar el teletrabajo con la crianza de los niños y niñas que ahora no pueden ir al colegio, y cuyo cuidado recae desproporcionadamente en las mujeres.

También las mujeres están más expuestas a los estragos de la crisis económica derivada de esta emergencia. Aquellas actividades precarizadas, como la del trabajo doméstico, ya sea en la limpieza o en el cuidado de niños y mayores, son ámbitos especialmente vulnerables en un momento como este. Las plantillas que se recortan, normalmente por la base y en los puestos de jornada reducida ocupados mayoritariamente por mujeres que se hacen cargo de sus hijos e hijas (otro ejemplo de cómo el desigual reparto de los cuidados merma su capacidad económica).

Esta crisis la sufrimos todos, pero es innegable que la desigualdad propicia vulnerabilidad. Desde los poderes públicos, el enfoque de género siempre ha de estar presente, y especialmente en las crisis no podemos olvidarlo.

*Alcaldesa de Castelló