Un verano de éxitos después de décadas de logros. El deporte femenino español no deja de cosechar excelentes resultados, a pesar de que, durante años, la sociedad ha permanecido indiferente a sus laureles. La mayor visibilidad actual no es ajena al impulso feminista que agita al conjunto de la sociedad. El reconocimiento de las mujeres no es una concesión, sino una exigencia estrictamente de justicia.

Los Juegos de Barcelona-92 fueron el impulso y, desde entonces, las cotas alcanzadas son de gran relevancia. Excepcionales si se tiene en cuenta que, en buena parte, las mujeres deportistas se han impuesto en disciplinas de escasa tradición en España. Sus victorias son el fruto de muchas luchas. Han competido contra el ninguneo que se traduce en desinterés de patrocinadores y sin un soporte institucional mínimo. Sin apenas recursos ni apoyos, la hazaña es heroica.

La situación ha cambiado. El deporte femenino cada vez acapara más titulares y su presencia es más poderosa. Las instituciones se comprometen a dotarlo de más visibilidad y recursos. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Para que las intenciones se cumplan se necesitan políticas efectivas de equiparación y educación. En el deporte también faltan referentes sociales femeninos y más mujeres en el poder. Solo una de cada cuatro fichas federativas corresponde a una mujer. Revertir esta situación ayudará a que los niños y las niñas crezcan en los valores de la igualdad.