La llegada a una tierra extraña, sin saber a ciencia cierta qué te depara el destino, es una experiencia dura que muchas personas tienen en sus proyectos vitales de vida. Son las migraciones, procesos que consisten en la movilidad humana de un país a otro.

Pese a existir distintos motivos que hacen que la gente emigre, el principal es el económico. El ser humano por naturaleza tiende a buscar mejoría en su vida, es por ello que se mueve hacia los lugares donde las oportunidades de bienestar son posibles, o por lo menos, se creen posibles.

En 2013, cuando el mundo entero estaba sumido en una crisis económica global, el Parlamento Europeo ya tomó en consideración el papel que jugaría la inmigración y afirmó que es necesaria, tal y como destaca en su Resolución, de 14 de marzo de 2013: «Considerando que desde el año 2012 la población europea en edad laboral está disminuyendo y que, sin inmigración, en los próximos diez años se reducirá en 14 millones de personas; que estos datos varían en gran medida en los diferentes Estados miembros»,

A la vez, destaca que la inmigración necesita un marco jurídico común en cuanto a política inmigratoria a fin de proteger a los inmigrantes.

Esta movilidad humana que, a fines del siglo pasado y a comienzos del presente, se vio incrementada por las personas provenientes de distintas partes del mundo, en especial los llamados países de la periferia, pone otra vez de manifiesto la verdad que en su momento pronunció Max Frisch: «Buscábamos mano de obra y nos llegaron personas». Flujo de personas que desean entrar, circular, trabajar, a fin de cuentas, que desean instalarse, integrarse y vivir en Europa.

Estos deseos de integración en las sociedades de llegada son abordados por diversas teorías que tratan sobre el derecho de fuga, el derecho a pertenecer y el derecho a migrar, entre las que se encuentra una muy interesante de Fornet-Betancourt: el derecho a migrar que, aunque no lo enuncia explícitamente, considera que los derechos humanos deben ser iguales para todos, dentro de los que incluye los de ciudadanía que son los que harían «posible imaginar ciudadanías verdaderamente inclusivas, que no distingan entre ciudadanos y extranjeros ni menoscaben derechos basados en dicha condición». Derecho a la educación, a la salud y a la atención sanitaria, a una vivienda digna, a un trabajo digno, derecho a pensiones, derecho a una vida libre de violencias, entre otros tantos, son los motivos por los que las mujeres inmigrantes activistas en Europa luchan día a día. Me permito hacer esta mención por honrar a las mujeres de las diversas asociaciones de mujeres en España que hacen activismo por sus derechos, por la igualdad, y muy particularmente por honrar a las mujeres inmigrantes asociadas, trabajadoras de hogar, cuidadoras de ancianos, dependientes o menores; limpiadoras de colegios, kelis, jornaleras en el campo, etc.

Y sobre derecho a la educación, a la salud, a unos servicios sociales inclusivos, sobre violencia de género, empleo, emergencia climática y economía, entre otros, hablaremos estos días en les Corts. Hoy empiezan las comparecencias de nuestros conselleres y conselleras que nos informarán de su hoja de ruta.

*Diputada autonómica de UP