La edición del 2016 del Mobile World Congress (MWC) ya es historia, y, tal como sucedió con las anteriores, ha supuesto nuevos récords. El dato más significativo, el de los asistentes, es espectacular: se han alcanzado los 100.000 -para ser exactos, 101.000-, esto es, un 6% más que el año anterior. Tanto o más relevante que esta cifra es la confirmación de que, aunque en algunos momentos pudo dar la impresión de que el Mobile refleja un mundo de ciencia ficción, lo que hace es anticipar la realidad que los ciudadanos tendrán ante sí en un futuro muy próximo. Y una tercera constatación: los contratos y los negocios que se fraguan van a más; lo que además es indicador del aumento de la economía productiva, la que acaba creando empleo y repercutiendo en el PIB.

A nivel ciudadano, sin embargo, la edición de este año será recordada por la desmesurada huelga del metro, que ni los sindicatos quisieron posponer ni la alcaldesa Ada Colau supo frenar pese a implicarse personalmente en las negociaciones. La importante lección que Barcelona debe extraer es que no puede exponerse de nuevo a un riesgo así, so pena de que el MWC rompa el compromiso de que la ciudad sea su sede hasta el 2023. Candidatos a tomar el relevo no faltarían, como ha demostrado de forma impertinente la presidenta madrileña, Cristina Cifuentes.