Nadie debería votar en verano. El verano es tiempo de cosas frívolas, sin demasiada importancia ni trascendencia. Y más en latitudes como la nuestra. El calor nos aplatana las ideas, nos vuelve más laxos, más idiotas de lo que algunos ya somos, menos exigentes. Se nos relaja la cintura, el criterio, la ceja, la moral. Como descubrieron hace tiempo aborígenes y actores porno, una vida con menos ropa es una vida más ligera y divertida de llevar. Nos complicamos la vida el día que empezamos a ponernos más prendas. El día que el frío y la lluvia nos hizo quedarnos en casa, ese día nos tocó discurrir y darle vueltas al coco. Y entonces pensamos cosas sesudas, cosas que al borde de una piscina no se nos habrían ocurrido jamás.

Nadie debería votar en verano. El verano es tiempo conversaciones superficiales, de “ya, si eso me paso”, de “quedamos para cenar” pero no concretamos hora, de “alguien sabe qué día de la semana es hoy”.

Porque no hablo de problemas tan importantes como los refugiados, el paro, la economía o el abandono animal. Hablo de los más frívolos e intrascendentes, los más superficiales del año. Canciones facilonas con ritmo de bombo y caja y no más de tres notas repetidas toelrato. Prendas de ropa, por llamarlas de algún modo, tremendamente fáciles de desabrochar. Almuerzos con más tiempo de sobremesa que de receta. Esa es la esencia de nuestro verano, para qué nos vamos a engañar. Esa y la Roja por el mundo consiguiendo lo que un político no conseguirá en su vida: hacernos sentir orgullosos a todos los españoles por igual.

Pero si a estas alturas nos cuesta decidir hasta dónde poner la toalla, imagínate tener que decidirnos sobre el futuro de nuestro país. Que no, que nadie debería votar en verano. Acudir a las urnas y tener que hacerlo en periodo veraniego demuestra que en realidad no estamos yendo palante, vamos patrás.

Aunque ahora que lo pienso, igual era esa la idea. Igual donde yo veo un inconveniente, otros ven una gran ventaja. Ya sea el sorpasso, el yo passo o el si passa passa, me temo que no es que todos esperen un gran milagro, es que todos pretenden sacar petróleo de nuestra pereza, por otra parte provocada --como siempre-- por su falta de credibilidad. H

*Publicista y comunicador