Por mucho que nos esforcemos, nunca podremos gustar a todo el mundo. La búsqueda de la aprobación de los demás produce gran malestar fundamentalmente cuando el deseo se transforma en necesidad. No es que el afecto que recibimos de los demás no tenga ningún valor, pero una cosa es desear y otra necesitar. Y el problema se agrava cuando la felicidad no depende de uno mismo, sino del visto bueno de los demás, pues buscar aprobación es sinónimo a pensar que lo que los demás piensan de nosotros, es más importante que la opinión que tenemos de nosotros.

En ocasiones, nos preguntamos cuáles son los secretos por los que unos caen mejor que otros. Estas son algunas de las claves. En primer lugar, la gente es capaz de sentir de manera inconsciente las emociones de quienes les rodean. Si se está de buen humor, se contribuye al buen humor de la gente, de manera casi involuntaria, por contagio. En segundo lugar, hacer cumplidos genuinos, sin alabar desmesuradamente. Debido a lo que se llama transferencia espontánea de rasgos, si decimos cosas agradables, nos verán como personas agradables, asociando el cumplido a nuestra propia personalidad. En tercer lugar está la simpatía de la torpeza. Caemos mejor si demostramos que somos vulnerables y también cometemos errores, pero sólo a veces y siempre que sepa que somos competentes. Y contar un secreto o una auto-revelación ayuda a construir relaciones. H

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)