El 25N no es un día de celebración. Es un día de luto. Una fecha en la que desde nuestra organización y otras muchas, lamentamos tener que organizar campañas de concienciación y unirnos en concentraciones para expresar nuestra repulsa a la violencia machista. Cuando se acerca el momento de diseñar campañas, organizar manifestaciones, etc., la sensación de fracaso es obligada al llegar a la lista con los nombres de las mujeres asesinadas. Más todavía cuando ésta se complementa con los niños asesinados y otras víctimas, sin olvidar a los que quedan huérfanos y a las familias rotas. Comparamos inevitablemente las cifras con las del año anterior, preguntándonos qué se podría haber hecho para evitar todo esto.

Es difícil poner en valor el esfuerzo que llevamos realizando para luchar contra la violencia machista. Porque para las 51 víctimas del 2019 a fecha de hoy, este esfuerzo no ha sido suficiente. Y escribo esto con temor, por si mañana esta cifra ha aumentado. Las organizaciones e instituciones necesitamos redoblar el esfuerzo, asumir la responsabilidad de erradicar la violencia de género y eso solo se hará con trabajo duro.

Tenemos instrumentos que aún no han utilizado al máximo su capacidad, como el Pacto de Estado contra la violencia de género, que contiene medidas precisas y dotaciones presupuestarias que no se han puesto en marcha, o el Convenio de Estambul, cuyos objetivos están lejos de cumplirse. Necesitamos el compromiso real de las instituciones sin excusas para parar esta barbarie, para llegar al núcleo donde se inicia el problema y erradicarlo. Porque sí... porque «lo personal, es político».

La violencia de género tiene como objetivo mantener la subordinación de la mujer al hombre y queda patente el grado de privacidad en el cual se origina. No ya en el hogar, sino en algo que tiene mucho mayor alcance: las relaciones personales. Se perpetúa a través de factores culturales, económicos, legales y políticos. Sabiendo esto, no es difícil averiguar en qué dirección deben dirigirse los esfuerzos.

La primera inversión que se debe hacer es en educación. La igualdad debe estar presente en todos los ámbitos de la sociedad y sobre todo en la escuela. En el 2018, 230 menores fueron condenados en España por violencia de género. Jóvenes que perpetúan roles aprendidos, que controlan, agreden, piensan que los celos son una prueba de amor, creen tener el derecho de controlar a su pareja porque es de su propiedad. Se debe enseñar a los jóvenes que ninguna persona es propiedad de nadie, y a las jóvenes a reconocer una situación de maltrato. Porque no es sencillo reconocer esto, cuando la sociedad ha insistido en señalar que la mujer está subordinada al hombre. Enseñar cuáles son las señales más sutiles, evita que éste progrese. Si a éstas señales no se les da importancia, se agravarán de forma inevitable hasta sumir a la mujer en el ciclo del maltrato, del cual es muy difícil salir.

Puede comenzar con micromachismos que refuerzan la idea de que la mujer tiene un papel concreto en la sociedad y que sirven para negar su libertad. Después vendrá el maltrato psicológico, cuyo objetivo es asesinar la autoestima mediante desvalorizaciones, aislamiento, chantaje emocional, control y amenazas. Así se crea una cárcel invisible en la que sobrevive sin esperanza.

Todos los medios siempre serán insuficientes si una mujer no percibe que está siendo víctima de maltrato. Cuando está inmersa en el ciclo perverso de la acumulación de tensiones que acaban generando un estallido de violencia en el hombre, para después vivir la fase de luna de miel, donde el hombre jura que la ama, suplica su perdón y promete que no volverá a ocurrir, se genera en la víctima una disonancia cognitiva que la mantiene confundida y dudando sobre si será cierto o no. El lazo traumático que la une al maltratador está bien atado. Este ciclo se agravará en intensidad, el estallido cada vez será más violento, pudiendo llegar al asesinato. De forma paralela, el maltratador ha aislado a su víctima, dejándola sin una red de apoyo que la ayude y ha ejercido la violencia económica sobre ella, impidiéndole trabajar. Al dejarla sin ingresos, la posibilidad de escapatoria se anula.

Necesitamos construir esa red de apoyo que el maltratador ha hecho desaparecer, que se ejecute la totalidad de los presupuestos y que éstos sean suficientes. Son vitales las políticas que acaben con la precariedad laboral que afecta mayoritariamente a las mujeres y les cierra la puerta cuando toman conciencia de que son víctimas de maltrato. Es imprescindible la colaboración de las empresas en la elaboración de protocolos de acoso sexual y por razón de sexo, y la implantación de medidas efectivas en los planes de igualdad, tanto de prevención como de intervención, que conllevan un presupuesto económico para una ayuda urgente a una mujer en situación de maltrato.

Y quizá la tarea más dura es la de cambiar esa idea tan arraigada en la sociedad del sometimiento al hombre. Así acabaremos con los asesinatos, las agresiones sexuales, el acoso y la desigualdad. Es muy difícil terminar con esta forma de pensar y más aún cuando la ultraderecha la niega, dificultando desde las instituciones las actuaciones necesarias y reforzando con su ideario, los argumentos machistas contra los que luchamos.

El lema de CCOO para este 25N es #NoSeasCómplice. Porque el maltrato necesita de cómplices. Esforzándonos todas y todos, llegará el día en el que en la lista de mujeres asesinadas no haya ningún nombre.

*Secretaria de la Mujer y Políticas de Igualdad de la Federación Servicios de CCOO PV