Después de casi tres semanas de confinamiento en casa, con las escuelas cerradas y sin posibilidad de salir a la calle debido al estado de alarma, se han empezado a escuchar voces que reclaman un trato diferencial para con los menores de edad. Padres y madres, psicólogos y pedagogos proponen que se establezca la posibilidad de que puedan abandonar temporalmente la reclusión para respirar, caminar, dejar por unos momentos el hogar compartido. La casuística es tan diversa como lo son las familias y su entorno, pero lo cierto es que hay muchos casos en los que la convivencia en un espacio reducido se hace difícil. Más allá de la problemática escolar y de la disciplina que implica una rutina lo más cercana posible a lo que sería una situación normal, y más allá de las actividades que se llevan a cabo con los menores -que van desde la diversión y el entretenimiento a la lectura y el estudio- es verdad que esta edad implica también la necesidad de un mínimo ejercicio, que no solo es beneficioso en la físico sino también desde el punto de vista psicológico, un aspecto este en el que los profesionales ponen especial énfasis. El hecho que en otros países europeos puedan salir a la calle, como acaba de ocurrir con la reciente disposición en Italia (aunque en la Lombardía, por ejemplo, han decidido mantener la reclusión) y la comparación con otras circunstancias (como el reglamentado paseo de mascotas) inciden en la demanda creciente de una válvula de escape para los menores, aunque sea breve y restringida al entorno más inmediato.