La mayoría de bolivianos han dicho no a la pretensión de su presidente, Evo Morales, de perpetuarse en el poder. El de sumar mandatos y modificar para ello la Constitución, es un mal harto frecuente en América Latina. En realidad, Morales, que ganó sus primeras elecciones en el 2006, ya lo hizo en una ocasión. Su actual mandato que debe acabar en el 2020 es el tercero. De haber ganado la consulta del domingo, Morales podría haber gobernado hasta el 2025.

La democracia necesita alternancia. A Morales hay que reconocerle una buena gestión de la cosa pública. La economía ha crecido una media del 5% en la última década. Ha reducido la pobreza extrema y reconocido los derechos de las poblaciones indígenas. Sin embargo su popularidad se ha visto acosada por la caída del precio del petróleo y el gas natural del que Bolivia es un exportador, y por la aparición de casos de corrupción. El resultado del referéndum, que desde el Gobierno se califica de empate técnico, trae consigo la división del país. Morales debe tomar nota del resultado y se equivocará la oposición si cree que el resultado le acerca al poder. Lo que debe hacer es construir una alternativa política sólida porque el único pegamento que la ha mantenido unida es la oposición a Morales.