El 8 de marzo es todos los años un día de examen. Los periodistas se sumergen en las estadísticas para extraer conclusiones que demuestran que, aunque en las últimas décadas se han realizado importantes conquistas, la igualdad real entre hombres y mujeres es aún una asignatura pendiente.

En el Día Internacional de la Mujer es la sociedad en su conjunto la que se examina, la que hace balance, la que debe hacer autocrítica y no bajar los brazos en la lucha por la igualdad, que es una obligación legal y moral que nos concierne a todos, hombres y mujeres.

La historia y la literatura son la expresión más elocuente de la invisibilidad a la que durante siglos se ha sometido a las mujeres, despojadas de derechos, desprovistas de acceso a la educación y privadas de oportunidades.

Aunque menos que ayer, todavía hoy nuestros hábitos de convivencia son esclavos de una serie de mecanismos culturales herederos de normas, valores, costumbres y comportamientos que han grabado a fuego en nuestra identidad formas de socialización patriarcal.

«No se nace mujer, se llega a serlo», decía Simone de Beauvoir, dando a entender que la condición femenina tiene más de construcción cultural que de naturaleza biológica.

Cuenta Lyndall Gordon en el prólogo de su magnífico libro Proscritas, que acaba de publicar Alba Editorial, que «en el siglo XIX era una verdad universalmente aceptada que una mujer agradable debía estar callada. No se podía permitir el lujo de decir nada en el ámbito político. Hacerlo era inmodesto, poco femenino; la asertividad o la expresión egotista se consideraba antinatural en la mujer».

Fue su admiración hacia las mujeres que no se rinden y alzan la voz defendiendo sus ideas frente a quienes las quieren callar la que llevó a Lyndall Gordon a cincelar en esta obra la semblanza biográfica de cinco mujeres extraordinarias que nos han dejado un legado intelectual de valor incalculable: Mary Shelley, «una mujer prodigiosa»; Emily Brontë, «una visionaria»; George Eliot, «una rebelde»; Olive Schreiner, «una oradora», y Virginia Woolf, «una exploradora».

El 8 de marzo brinda la oportunidad de recordar y honrar a todas las mujeres que, en ámbitos como los del pensamiento, la ciencia, la política, el periodismo o la literatura, han sido capaces de navegar a contracorriente y, en una cultura predominantemente masculina, aportar talento, inspiración y conocimiento.

En las últimas décadas se han dado pasos decisivos, aunque todavía insuficientes, para promover una verdadera educación en igualdad, facilitar el acceso de la mujer al mercado laboral, favorecer su creatividad y dar cauce a su capacidad de emprendimiento.

El apoyo a la mujer, la lucha contra la violencia de género y la defensa de la igualdad en todas las esferas de la vida debe ser un esfuerzo y un compromiso social compartido por todos. También por los medios de comunicación, que desempeñan un papel protagonista en la prescripción de ideas y razonamientos que desembocan en corrientes de transformación social.

Prensa Ibérica cree en la mujer. En sus más de cuarenta años de historia, nuestro grupo de comunicación ha demostrado en innumerables ocasiones, por la vía de los hechos, su fe en la capacidad de la mujer para asumir responsabilidades, dirigir equipos y liderar proyectos.

En el mundo de la prensa, gobernado tradicionalmente por hombres, nuestra compañía, que cuenta con una amplia presencia de mujeres en su Consejo de Administración, fue pionera hace ya décadas en el nombramiento de directoras de medios.

Como madre y educadora de cuatro hijas y un hijo, he procurado inculcarles el máximo respeto y consideración hacia la igualdad de géneros. Ellos, a su vez, lo están haciendo igualmente como padres de mis diez nietos.

En definitiva, no hay progreso ni democracia ni justicia allá donde se silencia a las mujeres.

*Vicepresidenta de Prensa Ibérica