Es sabido que el primer reto de futuro de la economía valenciana es sobrevivir a los actuales dirigentes económicos del gobierno de la Generalitat.

La Comunitat Valenciana tiene la enorme ventaja sobre otras regiones de que puede tener una economía muy diversificada con éxito razonable en la industria, el turismo y el comercio.

Pero tenemos un hándicap: el Consell del Titanic. El mantra bajo el cual se desarrollan las políticas económicas del Consell es «la economía del bien común», ese ideario nacido del libro de Christian Felber y que todos los progres e intervencionistas europeos han adoptado como libro de cabecera ante una certeza palmaria: la socialdemocracia clásica no tiene respuesta a una crisis de deuda soberana como la que hemos sufrido porque su única receta ante las crisis siempre había sido la misma, endeudarse más.

Como un buen progre siempre va acompañado de una buena dosis de marketing, pues claro, ¿quién iba a oponerse a un título tan buenista? El bien común.

Pero como suele suceder, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Y ese camino al infierno han decidido empedrarlo subiendo los impuestos al turismo.

La intención del Consell de implantar una tasa turística local, que se aprobó en Les Corts con los votos de Podemos y de Compromís, la abstención del PSOE y Ciudadanos y el único voto en contra del PP, sería un golpe fatal a la competitividad del sector turístico en un momento en el que está creciendo vigorosamente en la provincia de Castellón y se está consolidando como un pilar fundamental para el crecimiento y la creación de empleo en nuestra provincia.

Si el Consell hubiese tenido la sensibilidad de hablar con el sector, sabría que pone en peligro miles de puestos de trabajo.

¡Menuda economía del bien común!

Cuando los partidarios de Felber que tenemos en el Consell del Titanic se quejan de los problemas del sistema capitalista, en realidad esos problemas son fruto del intervencionismo al que ellos someten al sistema para alterar los resultados que pacíficamente las personas habían escogido.

El intervencionismo del Consell gravando a las empresas del sector turístico para proteger o privilegiar a otros sectores menos productivos, siempre tiene como consecuencia el paro y la pobreza.

La economía es sin duda uno de los flancos más débiles de este Consell, algo que sabe todo el mundo, incluidos los empresarios, pero también los trabajadores.

Por lo visto, no pagamos bastantes impuestos que ahora amenazan al turismo, que es el 13% de nuestro PIB.

En definitiva, las ocurrencias del Consell no son más que empobrecimiento y pérdida de libertades.

Desde la Diputación de Castellón vamos a estar al lado de los intereses del sector turístico de Castellón como uno de los ejes estratégicos del desarrollo económico de la provincia.

*Vicepresidente de la Diputación Provincial de Castellón