Reinó Isabel Coixet en los Goya con su exquisito trabajo en La librería, que mereció tres premios grandes de la Academia de cine, en la misma noche que la película vasca Handia arrasaba con una decena de galardones. La gala, marcada por la reivindicación de las mujeres para contar con más presencia y peso en un sector masculinizado y con hiriente brecha salarial, pecó de muchos de los defectos de anteriores ediciones, entre los que destaca su excesiva duración. La polémica sobre la presentación y conducción de la fiesta --por cierto, dos varones en una noche feminista--, debería hacer reflexionar a los organizadores. Salvo contadas excepciones, la gala siempre funcionó mejor cuando nadie interrumpía su normal desarrollo de entrega de premios.

Los premios Goya han vuelto a demostrar la sana diversidad del cine español. Entre las cinco aspirantes al principal galardón de la Academia del Cine Español se hablaban cuatro idiomas: catalán, euskera, inglés y castellano, aunque fue la lengua vasca la que obtuvo mayores resonancia. También esa pluralidad se manifestó una vez en los géneros, que fueron desde un thriller como Verónica a la historia autobiográfica de Estiu 1993, de Carla Simón (mejor directora novel), o a la ironía y la comedia de El autor. Esa variedad estilística es síntoma de buena salud de nuestros creadores cinematográficos que han tenido un estimable apoyo de la taquilla. Algo que no resulta fácil por la competencia feroz que llega desde Hollywood.