Más de treinta villas de gran belleza arquitectónica y de indudable interés histórico y artístico, que se mantienen más de cien años algunas, otras menos, miran al mar cada mañana al despuntar el alba y han acompañado a tantos y tantos seres humanos en sus trabajos y en sus descansos, en sus fiestas y en sus sueños, en sus amores y desengaños, en sus afanes, en sus deseos… Y me acompañan a mí cuando empiezo a plantar mis días vividos y mis noches soñadas, al tiempo que voy construyendo poco a poco las torres y castillos de arena sobre la playa, y en eso que, como un lucero azul que la otra noche vi brillar, como una aparición majestuosa, llena de esperanzas, llega hasta mí una señorita perteneciente a la sección o departamento turístico del Ayuntamiento de Benicàssim y viene a regalarme dos libros de edición municipal en los que se recogen los más valiosos documentos de la historia de este entorno, cartas puebla, privilegios, concesiones, testimonios documentales cuyos originales se conservan en su mayor parte en el Archivo Municipal de Benicàssim, en el fondo de la Iglesia de Santo Tomás de Villanueva y hasta en el Monasterio de los Carmelitas Descalzos del Desierto de las Palmas.

LOS LIBROS. El primer tomo está encabezado por el Privilegio de Jaime I a Pedro Sanz como Señor de Montornés, en 1242. Le sigue una visita pastoral a Benicàssim del obispo Paholac, en 1314. Y así, con amplio protagonismo de Violant de Casalduch y Assio, Señora de las Baronías de Borriol, Benicàssim y Montornés, que firmó la carta de población, en 1593; las decisivas intervenciones del erudito Francisco Pérez Bayer, los ataques a la costa de moriscos y bereberes, las epidemias, la hermosura de los tiempos en que lucían todos los verdes de la uva moscatel con secano junto al mar, hasta el documento que testifica el cambio de denominación de lugar por el de villa, o pueblo con ayuntamiento, fechado en agosto de 1927, hay todo un recorrido por la espina dorsal del cuerpo vital de Benicàssim, que incluye y afecta a los vecinos y a los veraneantes. A todos los que aquí veraneamos.

Otros archivos que he observado nos hablan del Privilegio de Alfonso V de Aragón, confirmando a Alfonso de Tous, obispo de Vic, la posesión y dominio del Castillo de Montornés, Pobla Tornesa, Benicàssim y Oropesa, en fecha del 7 de diciembre de 1416.

Otra fecha como el 22 de agosto de 1467, señala el Privilegio del Rey Juan II de Aragón, en el que señala a su viceconseller y conseller Joan Pagés como receptor de la donación de la Baronía de Benicàssim y Montornés.

Hay varias Cartas de Población, en las que aparece repetidamente la señora Violant de Casalduch, como receptora y como donante de privilegios y propiedades, a finales de los años 1500, incluida la Ermita de Santa Águeda, que se cita el 9 de septiembre de 1603.

Pienso que la auténtica historia de todos cuantos pasamos ahora mucho tiempo a la orilla del mar, comienza en 1886 y 1887. Se estaban efectuando las obras de la implantación de la vía del ferrocarril del Norte. El ingeniero responsable, Joaquín Coloma Grau, quedó deslumbrado por la aparente virginidad del paisaje, la playa con sus aguas del mar limpias y azules, y decidió convertir la bahía --secano junto al mar-- en el lugar apropiado donde su familia podía estar allí de vacaciones, mientras él desarrollaba su trabajo profesional, en la carretera.

La documentación habla del hecho de que lo primero que se construyó fue la Villa Pilar, nombre de la esposa del ingeniero Coloma. Posteriormente otras dos villas se unieron a la primera, junto a una pequeña capilla, que siempre ha tenido gran predicamento. Y así fueron apareciendo otras villas, que acogían a familias acomodadas de Valencia y de Castellón, luciendo estilos arquitectónicos.

Su belleza todavía resplandece en nuestro paseo marítimo. La página de hoy lo hace con Villa Elisa. Transmite el mensaje de que, a partir de su aparición, las costas de Benicàssim se van consolidando como una de las zonas de verano preferidas por la burguesía castellonera y valenciana. Varios son los motivos que han venido atrayendo a algunas gentes hacia estas playas, destacando la tranquilidad del lugar en sus primeros tiempos y la limpieza de sus aguas. Pronto se habló de esta zona como ‘El pequeño San Sebastián’.

LA RUTA DE LAS VILLAS. Cuando comenzó a hablarse de ‘la Ruta de las Villas’ desde el municipio, comenzó a dividirse en el recuento en dos zonas popularmente, el Infierno, desde el Voramar hasta Villa María. Y La Corte Celestial, desde Villa Dávalos, hoy se trata de la tan popular Jotas, hasta aproximadamente el Torreón. Esta división se comprende si miramos los nombres de las villas de cada una de las zonas. En La Corte Celestial encontramos nombres de Santas, Ana o Cristina, mientras en el Infierno, como escenario de grandes fiestas y sus fachadas lucen los nombres o apellido de sus propietarios. Allí se tocaba el piano en las terrazas, se bailaba y lo natural era que se bebiera champagne por cualquier motivo.

En tiempos más recientes, se representaban obras de teatro y de varietés. Hasta bailes de disfraces. Un hecho notable fue la llegada de la familia Bou, presidente del Consejo del Reino y se instaló en Villa Elisa, construida sobre el solar de la que había sido Villa Pilar, la primera construcción de la zona, la villa de los Coloma. A continuación fueron construyéndose todas las demás, cada una con su propia historia.

Nombres muy distinguidos y populares, apellidos ilustres, aparecen junto a las vivencias de sus villas.

Poco a poco. Disfrutemos de pleno el mes de agosto.