Hermanos: Desde hace unas semanas vengo reflexionando sobre la forma en que el covid-19 va afectar a nuestras vidas, más bien desde un punto de vista positivo. Porque resaltar que estamos ante el caos mundial y que el mundo se acaba, eso ya se lo dejo a los profesionales de los ‘coronabulos’ y a los que quieren aprovechar para rascar votos a cacerolada limpia.

Hoy me refiero al mercado inmobiliario de las oficinas. Son muchos los negocios que se están dando cuenta de que ya disponemos de los medios necesarios para que los oficinistas y profesionales que no trabajan de cara al público puedan quedarse en casa y trabajar desde allí de forma mucho más productiva. De hecho, durante el periodo de alerta, la mayoría han sido más productivos que si estuvieran en su oficina.

La existencia de «la nube» de internet, los sistemas de comunicación por videoconferencia que tanto nos ha costado poner en práctica (Skype, ZOOM, Webex, TEAM…. o el propio Whatsapp gratuito), la flexibilidad de horarios que ha derivado en horarios más exigentes y largos. Todos ellos son instrumentos que van a hacer una dura competencia a las oficinas tradicionales de toda la vida.

Quien no sea necesario para atender al público podrá trabajar desde casa, y los negocios que necesiten locales de oficinas se ajustarán al espacio estrictamente necesario. La parte buena es que serán innecesarios desplazamientos al puesto de trabajo y se reducirá la huella ecológica, con una notable reducción de costos empresariales. La parte mala es que o los sindicatos se ponen las pilas para regular el teletrabajo o andamos listos.

*Abogado. Urbanista