Llegué a la Diputación de Castellón pensando que era una institución útil, salgo de ella convencido de que es indispensable para nuestros municipios e insustituible en la defensa de los intereses de la provincia.

En estos cuatro años y medio he tenido la suerte de participar, bajo el liderazgo de Javier Moliner, en la modernización de una centenaria institución que ha sido capaz de transitar hacia una entidad más transparente, participativa, saneada, útil y próxima a municipios y vecinos. Haber obtenido un sobresaliente en la certificación de transparencia, pagar en dos días o multiplicar por cuatro las convocatorias públicas de ayuda, es solo posible por la suma de un liderazgo político y la máxima implicación y entrega de la totalidad de empleados de la Diputación.

Estoy realmente feliz de haber podido dirigir el área económica y haber sido portavoz y vicepresidente, trabajando junto a funcionarios y políticos de primer nivel, conjurados para defender hasta el más pequeño de los entrañables rincones de nuestra inagotable provincia. Ahora me cabe el orgullo de dejar una institución fiable y segura, para representar a los castellonenses en un parlamento nacional que, por su variada composición, nos invita a alcanzar acuerdos de estabilidad. Como los logrados en la elección de presidente del Congreso, que por primera vez en nuestra democracia, será alguien que no forma parte de la fuerza con más representación en la cámara.

Pero acordar nada tiene que ver con prostituir representaciones, que es lo que ha sucedido con los 68.000 votos socialistas en Castellón, cuyo único representante en la Cámara Alta no se integra en el PSOE sino que forma ya parte de Esquerra Republicana de Cataluña, para darle al separatismo catalán la representación que las urnas les negaron.

Tiene motivos para la mayor indignación el votante socialista de nuestra provincia, al saber que su voto no fue realmente al partido que eligió sino que ha servido para dar mayor voz, más capacidad legislativa y mayor financiación --269.016 euros adicionales al año-- a aquellos que quieren elevar fronteras entre Castellón y Tarragona y hablan de “expulsar a los invasores” españoles de Cataluña. Los electores catalanes dijeron en las urnas que sus independentistas no debían tener grupo propio en el Senado, por eso, el PSOE ha adulterado ese resultado, engordando con los 68.000 votos socialistas de Castellón el resultado del separatismo catalán, es algo inaudito. El compromiso de los cinco parlamentarios populares de esta provincia es justo el contrario, castellonizar Madrid en lugar de catalanizar Castellón. H

*Secretario general PPCS