Ya es 1 de septiembre. Empieza el mes de la vuelta al cole y de la vuelta de las vacaciones para muchos. A nadie se le escapa que no estamos ante un septiembre cualquiera, pues el 2020 está siendo un año peculiar.

La principal preocupación para la mayoría no será cómo afrontar el estrés postvacacional o tener todo el material escolar preparado para iniciar el curso. Ahora, los quebraderos de cabeza son otros. Si se podrá llegar a fin de mes, si el Gobierno va a prorrogar los ERTE, si me van a acabar despidiendo, qué va a pasar si un alumno, mi hijo o un compañero de clase se contagia, cómo voy a poder conciliar, si voy a tener que volver o no a cerrar mi negocio y/o reducir el aforo, si podré volver a la oficina con todas las garantías, si me podrán operar en la fecha establecida, si podré seguir visitando a mis padres en la residencia, si me restringirán la movilidad, si podré resistir sin ayudas, si los sanitarios contarán con los suficientes recursos para combatir una segunda ola, y así un largo etcétera.

La realidad es que desde el 14 de marzo vivimos en un ay constante, especialmente, desde que se ha instaurado esta nueva (a)normalidad. La incertidumbre y el miedo han entrado a formar parte de nuestro día a día, aunque también, visto lo visto, la inconsciencia y la irresponsabilidad.

A nivel político, poco o nada ha cambiado. Sinceramente, esperaba que esta crisis nos sirviera de lección a todos, pero parece que no ha sido así. Empezando por el Gobierno de Sánchez que ha decidido quedarse con el dinero de nuestros ayuntamientos en lugar de recortar en su Ejecutivo, o que, todavía, no se ha enterado de que las clases empiezan el próximo lunes, sino que se lo digan a la Ministra Celaá o al señor Castells , que debe estar incomunicado en una isla desierta.

Y en el ámbito local, pues más de lo mismo. Cuando decidí dar el paso y entrar en la vida pública, lo hice para mejorar la vida de la gente, en este caso, de mis vecinos. Topicazo o no. Lo digo y lo hago lo mejor que puedo y sé desde hace más de cinco años, tanto desde la oposición como ahora desde el Gobierno. Sin embargo, no deja de sorprenderme que haya representantes cuyo único objetivo es destruir en vez de construir, que su paso por la política lo basen en el fanatismo y en el ego, antes que en la utilidad.

El último pleno de Benicàssim fue un buen ejemplo de ello, pleno por decir algo, porque más bien parecía que estuviésemos en un circo. ¿Cómo va a recuperar la gente así la confianza en la política? Un Ayuntamiento como administración más cercana debe dedicarse precisamente a atender a los vecinos y no enredarse en disputas personales o partidistas, como ya sucede en otras cámaras.

Ni hay que naturalizar los insultos como dice el Vicepresidente del Gobierno, ni reducir los discursos a Twitter. Nuestros votantes, nuestra institución y nuestros vecinos se merecen rigurosidad, honestidad y trabajo y quien no esté a la altura, le invito a abandonar la política. Porque aún somos muchos los que creemos en ella. Nuevo curso sí, pero vida nueva no. H

*Portavoz de Ciudadanos en Diputación y teniente alcaldesa en el Ayuntamiento de Benicàssim