La opinión del diario se expresa solo en los editoriales.

Los artículos exponen posturas personales.

El verano récord de afluencia de turistas que se está viviendo en España es la mejor prueba de que la inestabilidad política, social y la inseguridad son factores que afectan de forma decisiva a la industria turística. El denominado turismo prestado (la llegada de personas procedentes de unos destinos que van a la baja por culpa de la inestabilidad política o la problemática situación social) lejos de ser un fenómeno coyuntural se ha convertido en una tendencia que está modificando el mapa del turismo.

Ciudades y países que han sufrido ataques terroristas (el caso de París es paradigmático, con un fuerte descenso de visitantes imputable a los atentados del Estado Islámico), catástrofes naturales o problemas sanitarios (en Brasil, el virus del Zika pesa este verano más que los JJOO) o inestabilidad política y social (Grecia y su crisis económica y social, Turquía y el golpe de Estado y también el terrorismo) ven como muchos turistas abandonan sus costas y van de vacaciones a otros lugares. Muchos de ellos eligen España, lo que unido al descenso del turismo en países árabes del arco mediterráneo como Túnez y Egipto explican la gran afluencia de turistas extranjeros de este verano.

Pero España no es el único país que se beneficia. Según datos del World Travel & Tourism Council (WTTC), Cuba, Irán y Birmania ganan enteros como lugares vacacionales gracias a los cambios políticos. El nuevo mapa del turismo, pues, lo dibujan unos visitantes que buscan seguridad, estabilidad y buenos servicios. El binomio playa-sol o una marca con solera ya no garantizan por sí mismos el éxito en un mercado muy competitivo en el que un descenso en la afluencia de visitantes se traduce en pérdidas que se cifran en millones de euros.

Garantizar la seguridad sin agobiar a los visitantes es básico, como también lo es mejorar y modernizar la industria, diversificar la oferta y ofrecer a los turistas un servicio de calidad con el que atraer a visitantes con un mayor poder adquisitivo sin desnaturalizar las ciudades ni castigar el entorno. La reciente encuesta que indica que los turistas que visitan Barcelona creen que hay demasiado turismo en la ciudad es (otro) toque de atención de que el debate de fondo del modelo turístico español sigue pendiente. Es mejor afrontarlo en época de vacas gordas como la actual que cuando soplan vientos de crisis.