Cuando se cumple un año de los terribles atentados de París, que causaron 130 muertos, el peligro de que Europa sufra nuevos ataques yihadistas sigue presente. En este último año, el Estado Islámico (ISIS) ha sufrido un serio retroceso y ha perdido gran parte del territorio que controlaba en Siria e Irak merced a la ofensiva militar de EEUU y a la intervención de Rusia en el conflicto. El avance de las tropas que luchan contra el ISIS ha llegado a las puertas de Mosul, la primera ciudad importante de Irak que cayó en manos de los yihadistas, y se prepara el ataque a Raqqa, la población siria considerada capital del Estado Islámico.

¿Quiere ello decir que el avance militar contra el ISIS disminuye el peligro de atentados en Europa? En absoluto. Es cierto que la pérdida de poder y territorio del califato puede perjudicar la capacidad de organizar grandes atentados, al no disponer de tantos terroristas formados y experimentados ni de tanto dinero para financiar los ataques, pero el riesgo permanece, aunque se transforma. Ahora, precisamente en respuesta a los retrocesos militares en Irak y Siria, la posibilidad de nuevos atentados se traslada a células de terroristas o a lobos solitarios basados en los países europeos que atacarán donde y cuando puedan, por lo que el riesgo es aún más imprevisible. El nivel del reclutamiento, además, no ha disminuido. Otro de los factores de peligro es el retorno a los paí-ses de origen de los combatientes desplazados a Siria e Irak. Algunas fuentes calculan en cerca de 7.000 solo los voluntarios procedentes de países occidentales (casi 200 desde España).

La respuesta internacional debe centrarse en dos aspectos, Por una parte, en el combate del ISIS sobre el terreno -en este sentido, la política de Donald Trump es imprevisible, más allá de su coqueteo con Vladimir Putin- y en el aumento de la seguridad en Europa con la colaboración policial y de inteligencia de los países en el punto de mira de los terroristas. Una seguridad que no debe asentarse en el retroceso de las libertades de la población, tentación que no siempre se ha vencido en el último año. Francia, por ejemplo, ha prolongado el estado de emergencia y en Alemania, aunque no exista una relación de causa a efecto, las presiones obligaron a la cancillera Merkel a rectificar su generosa política de acogida de refugiados. H