Unos reparten comida basura entre los hijos de los pobres. ¿A quién no le gusta comer pizza y beber Coca-Cola? Sois muy crueles al querer que los niños coman lentejas, brócoli y pescado fresco. Los otros, esta es una novedad sorprendente, nos proponen como un referente intelectual a Jorge Javier Vázquez que, por un ramalazo en prime time de dos segundos, se ha convertido en referencia mundial del antifascismo.

También sois de lo más crueles al esperar que los pobres se alimenten de material más nutritivo que el programa que se ha dedicado durante años a licuar el cerebro de buena parte de la ciudadanía, a hacer espectáculo con la denigración, el cotilleo inútil, la vacuidad y en general la promoción, por acción más que por discurso, de valores que no resultan precisamente el súmmum de la democracia.

Nos preguntamos a menudo cómo es que el mundo anda para atrás, cómo es que en vez de nacer nuevas generaciones más progresistas, con más cultura democrática que sus abuelos, con más conciencia social, resulta que nos encontramos con un sector de la juventud (por suerte no es más que un sector) con actitudes retrógradas e incluso reaccionarias (ahora que hasta el presentador de Sálvame se ha confesado rojo yo puedo decir reaccionario sin culpa).

Pues porque lo que los jóvenes y la ciudadanía consumimos para entretenernos también educa o deseduca. Los que se dedican a enseñar libertad e igualdad, pensamiento crítico y responsabilidad ciudadana a día de hoy no pueden, simplemente, transmitir estos valores a sus alumnos, también tienen que dedicarse a deshacer la influencia perniciosa de contenidos que promueven tratos vejatorios, machismo y una cultura general del espectáculo histriónico capaz de explotar sin límite alguno la vida privada.

No veo qué utilidad tiene promover este marco general cultivado durante horas estos años. Por muchas proclamas que ahora haga el presentador contra los nombres de la ultraderecha, es él mismo el que los invita a sus confortables sillones.

*Escritora