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El ocio no es invento de ahora, si bien el concepto ha variado desde los griegos clásicos para quienes se identificaba con la contemplación. Contemplar, decían, es mirar al mundo y disfrutar de su belleza, reflexionar sobre la vida, las cosas y la política.

Nada más lejos del ocio actual, aunque ello no significa que este nuevo concepto no sea razonable, siempre que se practique dentro de los límites del civismo. Y es legítimo que el ocio sea compartido porque el ser humano es social por naturaleza.

Y aquí interviene también la libertad: tu libertad, decimos, termina donde comienza la mía. Y la verdad es que esto acostumbra a olvidarse con bastante frecuencia.

Y surge entonces la eterna pregunta: ¿para qué, por qué y cómo educar al ciudadano para que pueda alcanzar una vida plena?

Esta es la cuestión. H

*Profesor