He recibido por wasap, como tal vez muchos de los que hayan a bien leer este fondillo, una hiperbólica oda precedida por el siguiente párrafo: esta poesía de José de Espronceda (Almendralejo, 1808-Madrid, 1842) retrata un momento de la historia actual. ¡¡¡Espronceda vive!!! El poema que sigue a continuación, de un valor literario, preceptiva y rima más que discutibles, comienza de esta guisa: «Oigo patria tu aflicción / y no entiendo por qué callas / viendo a traidores canallas / despedazar tu nación». Tras este primer cuarteto, sigue una exaltada arenga patriotera y romanticoide, rimbombante y ostentosa, que pone de chupa de dómine al gobierno, respecto de su actuación política en la actualidad. No voy a entrar en la invectiva que los versos hacen del ejecutivo, a la que estimo respalda derecho de libertad de expresión. Donde sí que voy a entrar es en la atribución a Espronceda de una obra que no le pertenece en absoluto. De este aliento heroico, el autor de El diablo mundo escribió entre otros poemas, la Oda al dos de mayo, ¡Guerra! y A la patria. Pues bien, del primero y con el mismo nombre, hubo un remedo, algunos años después, que principia así: «Oigo patria tu aflicción / y escucho el triste concierto / que forman, tocando a muerto / la campana y el cañón», del que era autor Bernardo López García, un contemporáneo con alientos revolucionarios, que pasó por el parnaso literario de la época con más pena que gloria. Y esto es lo que indigna al autor de esta columna. Que se utilice, ya no el nombre del escritor al que se ha plagiado el primer verso y el recurso estilístico, sino el de un gran poeta, gloria de las letras, para darle visos de categoría a la composición, cometiendo un fraude intencionado con propósito de reclamo. Flaco favor le hacen a Espronceda, que sin duda vive (¡no ha de vivir!) en el parnaso de las letras españolas, pero por el valor de sus propias obras y no por parodias engañosas de pluma ajena.

*Cronista oficial de Castelló