Aunque parece que suceda solo en el partido socialista, la política española atraviesa en estos momentos su hora más baja. Creo que todos perdimos el norte cuando dejamos de ver la oportunidad de reiniciar todo el sistema. Dentro de poco hará un año que el tablero surgido de las urnas hubiese requerido otra mirada. Concurrían demasiadas circunstancias, novedades y desafíos como para gestionar de manera tan superficial los sufragios emitidos. Sostuve hace algunos meses en esta misma tribuna que procedía el gran acuerdo de todos para reformar constitucionalmente la Constitución de nuestro país y garantizarnos de esta manera 40 años más de convivencia, unidad y progreso.

El colapso del modelo presenta ejemplos tan dramáticos como la incapacidad de todos con todos para llegar a alcanzar acuerdos, para ser capaces de pactar, para acordar, siquiera para dialogar. Todo puede ser penalizado en un momento dado. La democracia se habrá salvado el día que negociar con gentes que quieren cosas distintas a ti no sea ningún delito. Cataluña se prepara para desconectar del resto de España proclamando una república independiente, y parece que sea un pecado hablar con sus representantes. Hablar para que no lo hagan. Hablar para persuadir, para recomenzar juntos, para poder encajar juntos, para seguir avanzando juntos en un mundo donde no son necesarias más fronteras.

SOLO ES UN EJEMPLO de las muchas conversaciones estigmatizadas que nos hemos autoimpuesto. El partido socialista es el que más se parece a la sociedad española. Por su historia, por su tradición y por su textura intergeneracional. Por su centralidad sociológica y la contribución al estado del bienestar y la igualdad de oportunidades. Por su concepción del interés general. Ciertamente, para qué nos vamos a engañar, ha tocado algo parecido al fondo. Pero, en su propio fracaso, porque es un fracaso que sucedan cosas como las del último comité federal, sigue alzándose por encima del éxito de cualquier otro. Solo basta pensar que, invariablemente, detrás de cada avance, de cada libertad, de cada derecho que hemos alcanzado como país, siempre estuvo el partido socialista. Siempre creando y señalando caminos de progreso. Otros, nuevos o viejos, sencillamente, no.

Pero ahora todos hemos caído muy bajo. Una generación política sin olfato ni visión de estado, sin sentido de la responsabilidad. Todo esto no ha sido una caída estándar. Creo que esta vez hemos oído el «crack». El crujido que alerta de la costura rota. Es el final de un ciclo. No para el PSOE, que también lo es, sino para todas las fuerzas políticas que sigan obsesionadas con su propio ombligo mientras el mundo circula a su alrededor en otra dirección. Tal vez vivamos uno de esos momentos en los que lo viejo no acaba de morir del todo pero lo verdaderamente nuevo tampoco termina de nacer. Por eso, llegados aquí, la mejor contribución que este gran partido puede hacer pasa por un congreso a modo de refundación. Excepto los valores, varias veces centenarios, ligados a la libertad, la igualdad y la fraternidad (hoy denominada solidaridad o, mejor, justicia social), todo es revisable. Una nueva propuesta para un siglo diferente, nuevos liderazgos, nuevas caras, ideas, respuestas, etc. H

*Secretario general del PSPV-PSOE en la provincia de Castellón