La visita del líder de Sortu, Arnaldo Otegi, al Parlament de Cataluña ha enconado los ánimos. Es lógico que la presencia del líder de la izquierda aberzale, invitado por la CUP, no sea grata para todos. Una cosa es la ley y otra los sentimientos, que son muy libres. Desde el punto de vista legal, poco puede objetarse. Otegi es un ciudadano libre, que ha cumplido con la pena a la que fue condenado por “tratar de reconstruir ETA” y ha trabajado desde dentro y fuera de la cárcel por el fin de la violencia en Euskadi. Además, es el dirigente de un partido legal, con representación parlamentaria. Dicho esto, hay que recordar que la izquierda aberzale, y Otegi en particular, tienen la asignatura pendiente de condenar la violencia de ETA y pedir perdón a la sociedad, y en especial a las víctimas, por el daño causado.

Por lo demás, no parece adecuado que para replicar a la visita, parte de quienes se oponen, como PP y C’s, recurran a las víctimas del terrorismo para contraprogramarla. Las víctimas merecen toda la atención, respaldo y protección de la sociedad y del Estado, pero no pueden convertirse en sujetos que condicionan las normas que se da la sociedad. De lo contrario, dejaríamos de ser una democracia para regresar a la época de la ley del talión.