Querido lector/a, tengo la impresión, y digo solo impresión, pero estoy plenamente convencido de que el próximo otoño será uno de esos que se suelen llamar rojos, movidos, caliente, etcétera. Me refiero a que las calles se llenarán de manifestaciones de ciudadanos, en concreto de trabajadores, exigiendo elementales y necesarios derechos.

La razón de mi percepción es simple y clara. Más aún, tiene que ver con el hecho cierto de que, últimamente, parte de las noticias que veo, leo y escucho en los medios de comunicación van por el camino sin futuro de no acuerdo, no diálogo, no consenso... Por lo tanto, mi chispa deduce que la única salida posible que tendrán los afectados por estas cerrazones será la de buscar soluciones desde el ejercicio de las movilizaciones callejeras, huelgas, paros o plantes. Una serie de acciones que podrán gustar o no, pero son democráticas, constitucionales y, si escudriñan bien la historia, verán que su práctica ha tenido mucho que ver con el progreso humano.

Pero, con ánimo de ser más concreto, digo que la negativa de la patronal CEOE y Cepyme en firmar un acuerdo salarial (incluso solicitado públicamente por el Gobierno del PP) que pueda universalizar la recuperación de parte del poder adquisitivo de los salarios va a provocar conflictividad en los sectores y empresas donde aún está pendiente la negociación colectiva. Al tiempo, y por si no fuera suficiente, los jubilados y pensionistas están exigiendo sin respuesta positiva que el Gobierno garantice, con financiación suficiente, las pensiones y su poder adquisitivo. En última instancia queda la demanda de unos Presupuestos Generales del Estado que respondan a las necesidades de la mayoría social y refuerce las dos prioridades esenciales: la creación de empleo y la protección social.

Querido lector/a, decía que nos espera un otoño caliente, rojo, movidito. Esa es mi impresión. Veremos.

*Experto en extranjería