Deberíamos comenzar a reaprender qué significa dialogar. Parece como si no tuviésemos muy claro el cambio de época que tenemos enfrente. Nunca he suscrito que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero este país tiene en su registro de éxitos haber sabido dialogar. Con errores e insuficiencias, pero los constituyentes demostraron capacidad de diálogo entre gentes distintas. En realidad, el diálogo y los acuerdos deberían ser los logros de la política. Debería ser su valor añadido ante la estridencia, el desencuentro, el caos, el salvajismo y la guerra.

La sociedad en democracia se expresa votando y surge lo que surge. Algunos dicen que surgen escenarios endiablados e inviables. Si el sufragio universal y el pluralismo político son premisas válidas y razonables, surge de las urnas lo que tiene que surgir. ¿Acaso la inteligencia colectiva causa esperpentos? ¿Estamos ante el espejo del célebre grabado de Goya El sueño de la Razón crea monstruos? ¿Otra vez Goya describiendo la esencia fratricida de nuestro pueblo? No lo sé, pero pudiera parecerlo ante el fracaso que significa la imposibilidad de alcanzar acuerdos.

Tenemos un gran problema de convivencia. Quizá también un problema de interpretación del concepto de pacto. Pactar no es pecado. Ceder no es un crimen. Si hacerlo constituye una traición a los tuyos, sinceramente... ¿qué clase de gente te acompaña? El pluralismo, desatado en España, necesita de la tolerancia, la transacción, el acuerdo mínimo… o puede que nos estemos equivocando de época. Solo podremos avanzar y generar espacios de gobernanza pactando.

Pero, sobre todo y más allá de unas terceras elecciones como símbolo de la esterilidad política, me preocupa cómo vamos a afrontar el verdadero reto. Reformar la Constitución y formar gobierno es importante, pero prepararnos para otros 35 años de convivencia lo es todavía más. Ahí no valdrán vetos, fobias, manías, celos, arrogancias, exclusiones… Y la reforma constitucional es urgente. Debemos dar una respuesta colectiva y pactada al desafío soberanista, a los derechos y libertades pendientes de blindar constitucionalmente, al desbarajuste de la arquitectura administrativa y de la vergonzante financiación, la transformación del modelo productivo que frene el cambio climático, la amenaza de las nuevas formas de terror internacional… incluso tenemos un nuevo monarca. Necesitamos la serenidad y la altura de miras suficiente para sentarnos y reinventar las cosas. La mayoría de españoles no votamos la Constitución y, como dijo Jefferson, cada generación debería tener derecho a la suya. H

*Secretario general PSPV-PSOE provincia de Castellón