Querido lector/a, no me han gustado algunas de las opiniones que desde el socialismo español se han emitido de las elecciones francesas. Criterio el mío que no se opone a la necesaria libertad de expresión y pluralidad, sino que surge de la indignación que me produce ver cómo en momentos donde la socialdemocracia europea pasa por una encrucijada, existe quién en vez del rigor en el análisis, utiliza la debilidad para el interés personal de controlar el partido.

Después de las últimas elecciones generales, hubo quién acusaba a P. Sánchez de ser la causa esencial de la pérdida de votos y afiliación. Se saltaban conscientemente lo que pasaba en toda Europa y, también, el hecho cierto de que hablar de pérdidas era hablar de las elecciones posteriores a Zapatero, de aquella lista encabezada por Rubalcaba que perdía más de 4 millones de votos y un montón de afiliados. Bueno pues, con lo de Francia, pasa lo mismo. No se quiere reconocer que B. Hamon es solo el penoso ejemplo de un PSF que desde Mitterrand a Hollande han sido incapaces de garantizar reformas sostenibles y, encima, ahora, además de prometer y no cumplir, se han acuchillado en las primarias. A pesar de ello, sigo leyendo a quien en vez de buscar el papel de la socialdemocracia en ese nuevo mundo que ya está ahí, y en el que no va a tener concesiones de los nuevos propietarios, el capital financiero, desde vericuetos manipulan y buscan el control del partido y de su destino.

Querido lector/a, el futuro de la socialdemocracia no será fácil. Pero todo indica que hace falta una socialdemocracia que, se llame como se llame (exigente, fuerte, de izquierda razonable…), no pierda su tradición de gobernar, que se aleje del populismo e izquierdismo improductivo y que proponga soluciones viables que aporten la esperanza de la justicia social. Para lo otro, apuntalar exclusivamente el injusto sistema liberal, ya está Macron.

*Experto en extranjería