La crisis y la globalización han alterado leyes de la economía que parecían inmutables. Y ahora llega otro fenómeno que causa asombro y estupefacción en la inmensa mayoría de los ciudadanos: los bancos están empezando a cobrar por guardar el dinero de sus clientes. Frente a la lógica tradicional de que el negocio de la banca consiste en hacer de intermediario solvente entre quien le presta efectivo (los ahorradores) y quien lo obtiene (los receptores de un crédito) se alza la realidad de que el precio oficial del dinero está hoy en el 0%, algo insólito en Europa en décadas. Y como los bancos no hacen negocio por esta vía, están buscando otras para que sus ingresos no mermen. Cobrar a los clientes por dejarles guardar el dinero en un sitio seguro significa un giro copernicano que tiene riesgos evidentes: desde la desincentivación del ahorro (tenido tradicionalmente por una virtud) hasta la tentación del ciudadano de guardar el dinero en casa, pasando por el traslado de depósitos a productos financieros con algo de rentabilidad pero con volatilidad. Aunque los bancos españoles, al parecer, solo piensan aplicar la tasa a los grandes clientes, es de temer que, solapada en un aumento de comisiones, intenten hacerla extensiva al conjunto de depositantes.