Nadie está libre de pecar alguna vez de tics machistas, que pueden actuar como sustrato de una lacra social ante la que no hay que bajar la guardia. Así, merece la mayor repulsa que los campos de fútbol, como pasó el miércoles en el del Espanyol, puedan convertirse en lugar de manifestaciones machistas tan reprobables como la pancarta dirigida a la cantante Shakira, compañera del azulgrana Gerard Piqué. La desaforada rivalidad desatada en dos semanas con tres derbis culminó con cánticos ofensivos y exhibición de lemas en las gradas del estadio perico, algunos inadmisibles. Como lo es que el árbitro no los recogiera en el acta. La puesta en escena, el tamaño de las pancartas y el control de los Mossos de los accesos, lleva a pensar que obedecían a una estrategia planificada, sin que la junta del Espanyol lo impidiera. Visto el resultado, no fue suficiente la llamada a la cordura del presidente Joan Collet, días después de que él fuera protagonista con unas declaraciones poco afortudanas, ni la imagen de concordia de los dos entrenadores. Controlar concentraciones masivas como un partido de fútbol es tarea ardua. Ahora bien, el primer asunto pendiente es velar por una conducta deportiva en el campo. Y sería positivo sancionar de oficio.