Una paradoja, dicho muy simplemente, es una opinión contraria a la lógica, a la opinión común. Epiménides, en el siglo VI a. de C., natural de la Creta griega (no confundir con la Cretas turolense), propuso una paradoja: «Todos los cretenses --él lo era-- son mentirosos». Si decía verdad estaba mintiendo, pero si mentía decía verdad. Piense lector.

Recibo, día sí y día sí, varios wasaps paradójicos, ya que unos se contradicen con los otros, sobre todo con relación a los acontecimientos víricos tan prodigados ahora en las noticias en todos los medios de comunicación. Unos les llaman bulos o infundios, otros, más pretenciosos, fake news en lugar de noticias falsas; muchos, los más castizos, mentiras. La mayoría me incitan a la duda: ¿Cómo pueden decir la verdad unos y otros?

Lo cierto es que intuyo ideologizaciones que conllevan prejuicios y, en consecuencia, distorsiones de la realidad. Cifras incoherentes, manejadas por unos y por otros, desorientan al sufrido y probo ciudadano que, cual nuevo Arquímedes, busca un punto de apoyo para levantar no el mundo, sino la verdad. «Las cosas son según el color del cristal con que se miran», dice la Ley de Campoamor. Yo hubiera dicho «según los ojos con que se miran», pues las cosas son las cosas, están ahí. Hay que mirarlas como son, verlas con mirada limpia y verdadera. ¿Cuándo dispondremos del auténtico viricida, comedor de virus y de mentiras?

*Profesor