La frase que pronunció ayer Leo Andrés Messi en el Palacio de Justicia de Barcelona quizá sorprenda, pero no ocurre así con quienes conviven con el mejor jugador del mundo. “Yo juego al fútbol y confío en mi papá”, dijo un deportista para quien todo gira exclusivamente alrededor de un balón. Así lo ha hecho desde que llegó al club, siendo un niño, en el año 2000. Messi dio esa respuesta durante el juicio por un fraude a Hacienda de 4,1 millones por derechos de imagen correspondientes al 2007, 2008 y 2009. Después de que la estrella devolviera lo defraudado, con la multa consiguiente, afronta su responsabilidad penal. Tiene delante una petición de 22 meses y 15 días de prisión para él y para su padre por parte de la Abogacía del Estado. La fiscalía, mientras, limita la demanda al progenitor, Jorge Horacio Messi, para quien pide un año y medio.

Nada nuevo se desveló en la Audiencia respecto de la primera declaración del 2013. Se vio sometido, eso sí, a otra exposición pública, que revela excesivo celo de la Abogacía del Estado en el escarmiento y la ejemplaridad. Algo que no ha ocurrido con otros futbolistas. Iker Casillas, por ejemplo, pagó de forma discreta dos millones a Hacienda y su expediente no fue tramitado como delito fiscal.