Habitamos, vecinos, estas tierras valencianas largas y estrechas. Y cuando llega el 9 d’Octubre solemos caer en el vicio de reflexionar sobre nuestra identidad o identidades. También en este Castelló de nuestras alegrías y pesadumbres. Quizás porque es otoño y «les figues ja s’acaben i de raïm no en queda un gra» como canta Pep Gimeno, Botifarra . Pero era verano, corría el julio de 1997, y oyó uno en la radio que la barbarie había segado la vida de Miguel Ángel Blanco , el muchachote nacido y concejal del PP en Ermua. Uno estaba en ese instante fijando las cañas de la barraca de sus tomateras. Apreté los dientes y se me humedeció la vista. Segar una vida joven era la razón de la sinrazón de quienes defendían a tiros identidades como las que defiende Mosén Serapio , el cura de Patria , la impagable novela de Fernando Aramburu . Y esa otra noche se me humedeció la vista y apreté los dientes antes de irme a la cama. Acabo de ver en el televisor el docudrama sobre la muerte de Guillem Agulló , a quien la razón de la sinrazón segó la vida en Montanejos, la agreste, linda y cercana población castellonense. Por los parajes del Alt Millars no deambulaba, en abril de 1993, la figura de mosén Serapio, sino la de aquellos que cantan su identidad excluyente evocando la figura del Cid , o de Santiago Matamoros . El joven, a quien segaron su vida en Montanejos, había nacido en Burjassot, comulgaba con la ideología del minoritario nacionalismo valenciano, de su natural pacífico como el PP de Ermua. Un nacionalismo valenciano, por otro lado, ocupado estos días en instalar contenedores marrones para la recogida de basura orgánica en la capital de la Plana.

Claro que los contenedores marrones se convertirán a lo mejor mañana en una fuente de materia orgánica para nuestros campos; basura que se transformará en compost; un compost al que le dedicó unos versos el gran poeta norteamericano Walt Whitman . La otra basura desechable, la de las patrias excluyentes, origina solo pesadumbre, dolor, lágrimas, violencia en suma. Sucede y sucedió en los Balcanes y en centroeuropa, en la península Ibérica y en las provincias que se encuentran al oriente de Ucrania.

Aunque frente a esas patrias cargadas de identidades excluyentes se levantan aquí y allá las identidades plurales e incluyentes, donde cabemos todos y donde la violencia brilla por su ausencia. Aquí, en Castelló, tuvimos el sábado 3 de octubre un ejemplo palpable de esas identidades plurales e integradoras: el concierto de Pep Botifarra y Pau Chafer con la Orquesta Simfònica de Castelló. Fue en el Auditori y fue más que un concierto. Fue lo más parecido a un espectáculo parateatral con Botifarra como elemento central e integrador; el Pep Gimeno con su valenciano coloquial y afectivo, cargado de anécdotas, muchas de ellas desvergonzadas, que eso también es un rasgo de identidad de aquí. Una identidad de aquí que, miren ustedes por donde vecinos, se mezclaba con la patria holandesa de nuestro conciudadano europeo, el maestro de genial batuta de la Simfònica de Castelló, Henrie Adams . La batuta de Adams y Pep originaron lo espectacular en este evento: dar la categoría de música clásica a las coplas y romances valencianos que canturreábamos en nuestros pueblos cuando todavía no nos apuntaba el bozo. Las letras de algunas de esas melodías estaban cargadas de procacidades. Pero la música, que es lenguaje universal, le dio en el Auditori una dignidad más que meritoria y clásica a habaneras, jotas, fandangos y boleros de resonancias populares en la patria valenciana y en las anchas tierras hispanas.

Mucha tradición e integración en nuestras patrias mediterráneas, donde hallamos la patria de Botifarra y la patria del valenciano, nacido en Tánger, Ahmed Touzani . Porque nuestros músicos castellonenses navegan en cabotaje por el norte de África, para poner en evidencia cuán cerca está un cant de batre valenciano de cualquier melodía popular en el Rif. Y junto a Ahmed y a Pep, la patria ilicitana de Javier Agulló en el escenario del Auditori. Javier es un tenor internacionalmente conocido, a quien tuvimos la oportunidad de escuchar el sábado gracias a la cancelación de una gira del cantante por Asia. Ya se sabe: el coronavirus y la mascarilla obligatoria para el tenor y para el numeroso público que asistió en el Auditori al esperado concierto. Estuvieron también sobre el escenario las patrias de nuestras comarcas centrales de L’Horta: Paco Muñoz , Noelia Llorens y Pau Chafer. Muñoz es un hito de dignidad en la historia de la música valenciana más reciente y actual, y Noelia Llorens una figura en el cant d’estil , forjada en el grupo Alimara, que casa a la perfección con la voz de les albaes , que no es otra que la de Pep Gimeno Botifarra.

El virtuosismo del pianista Pau Chafer no pudo pasar por alto en la espectacular actuación. A Chafer le circula la patria integradora por la venas, la música le viene a ser una cuestión genética y familiar. Su popurrí musical recordaba a Falla y a la zarzuela, al bolero y al fandango sin fronteras, y repitamos de nuevo, dándole altura de música clásica. Y a uno, vecinos, se le nubló emocionado la vista, sin apretar los dientes, cuando tocaron un fandango o bolero, porque, en un momento determinado de esa interpretación musical, parecía como si las castañuelas de Pep Botifarra y de Noelia Llorens nos recordasen todas las patrias integradoras y tolerantes alrededor de la fecha del 9 d’Octubre. H