El único patrimonio que tenemos las personas que nos dedicamos al servicio público es la credibilidad. Y tenerla no es cuestión de un día, ni de dos, sino que se trata de un proceso que se cuece al fuego lento de la verdad. La utilización de las instituciones para hacer política es uno de los graves problemas actuales y que ha conllevado al desprestigio de la clase política. Es decir, usar cuestiones como la educación, la sanidad o la justicia para jugar a hacer baja política es algo peligroso que con el tiempo se vuelve en contra de quien lo hace.

Y se debe entender baja política como el uso de la mentira para lograr un fin. Y la mentira tiene fecha de caducidad y, sobre todo, en la vida pública. Recuerdo una de las míticas películas de Spielberg Atrápame si puedes, que contaba la historia de Frank Abagnale, un hombre que se hizo pasar por piloto, médico, millonario... Hizo de la mentira su estilo de vida pero no pudo engañar para siempre.

La mentira sostenida en el tiempo no es viable y mucho menos en la vida pública, donde las paredes deben ser de cristal. Por eso es lamentable que en plena campaña de las elecciones generales del 2016 la consellera de Sanidad decidiera usar una mentira política para dañar al PP de Castellón y tratar de ayudar a su entonces compañero político Pedro Sánchez.

Para ello no dudó en intentar desprestigiar al Hospital Provincial de Castellón que hasta la legislatura pasada había sido una referencia en tratamientos oncológicos y que ahora, por desgracia, es el ejemplo de la mala gestión pública.

La Conselleria de Sanidad intentó lanzar una cortina de humo con un presunto pufo que la justicia ha dicho que no existe. Una denuncia falsa, una denuncia política, que la justicia ha archivado. Una mentira que ha tenido un breve recorrido.

Y lo que de verdad pasa detrás de esta maniobra orquestada es lo que ya no pueden esconder: un desmantelamiento y recortes en la sanidad que jamás se habían producido. Hoy por hoy los servicios han sido mermados en la sanidad de Castellón. No hay banco de sangre, se han eliminado campañas de prevención como las del ojo vago a los niños de la provincia, estamos sin operaciones de córnea, se han disparado las listas de espera, se ha producido una fuga de profesionales de la sanidad a otras zonas. Por no hablar de los recortes en forma de despidos de personal que ahora la Justicia ha anulado.

Esa es la realidad. Que hoy en día la sanidad en Castellón es peor que la pasada legislatura. La política, bien entendida y desde un punto de vista liberal, debe servir para racionalizar recursos y que la sanidad, por ejemplo, sea más eficaz. Que los ciudadanos obtengan un mejor servicio, un aumento constante en la inversión, una mayor apuesta por la prevención y la sanidad que se paga con los impuestos de todos.

En eso consiste la política, la vida pública, el oficio del político: en mejorar la calidad de vida. Y quien no lo haya entendido así, debería dar un pasa atrás.

*Presidente de la Diputación de Castellón