La primera vez que la vi estaba sentada y perdida. A su cabeza llegaban cientos de imágenes, fotogramas de la película en la que se había convertido su vida. Un beso, una caricia, una iglesia, un compromiso, una sala de partos, un pañal. Un grito y, después, una bofetada, una paliza... Esa fue la secuencia del drama que había vivido y que todavía estaba viviendo.

La historia de María (la llamaré así aunque no es su nombre real) cayó en mis manos como desgraciadamente han caído otras muchas a lo largo de mi vida profesional como letrada en la oficina de ayuda a las víctimas del delito. El enemigo de María, el hombre con el que dormía desde hacía 13 años, era un hombre de imagen impecable. Un monstruo disfrazado de ejecutivo con numerosas habilidades sociales. Una persona que, se suponía, había recibido una buena educación. Lo contrario de la imagen de un delincuente.

Entonces se me revolvieron las entrañas, al igual que ahora y como, imagino, les habrá ocurrido a ustedes. La muerte de Krisztina, una vecina de Benicàssim asesinada por su pareja y padre de sus hijos, ha despertado de nuevo nuestras conciencias. Y nos las ha sacudido para darnos cuenta de lo mucho que nos queda por hacer tanto a los políticos como a los profesionales del derecho, a los docentes y, en definitiva, a todo el conjunto de la sociedad. En estos últimos años hemos redoblado esfuerzos en la lucha contra la violencia de género pero está visto que no es suficiente. Seguimos siendo una sociedad poco avanzada... Y créanme que lamento lo que digo porque sobre mí siento una enorme responsabilidad. Porque para eso decidí un día dedicarme a la política, para poder facilitar el necesario cambio social en problemáticas como esta. Y aunque estos días siento impotencia, tengo la firme convicción de que es necesario seguir. Seguir adelante planteando iniciativas como la que desde el grupo popular presentamos hace escasos nueve meses para dar formación psicosocial a la policía local.

El objetivo era dar la mejor respuesta a las víctimas y a sus familias con el mejor servicio público posible. Una moción que consiguió el respaldo unánime del pleno municipal y que fue un paso más en el camino de la lucha a la que todos debemos sumarnos, mostrando la intolerancia más absoluta hacia estos comportamientos, educando a nuestros hijos en la igualdad, denunciando y ayudando a las víctimas. Krisztina nunca lo sabrá, pero les confieso que sueño con un Castellón libre de hombres como su verdugo. Para que nunca más, tenga que asistir en ningún juzgado a otra mujer sentada y perdida. H

*Portavoz del PP en Castellón