Tal vez no se está destacando la abundancia de materiales plásticos en el aislamiento, detección y combate del coronavirus que llegó de la China. A juzgar por las imágenes, no cabe hablar de un rechazo instintivo de los usuarios, antes al contrario, de un consumo exagerado del vicioso plástico, empezando por las mascarillas, que muy pronto serán de diseño.

El versátil polímero petrolífero migra a agente salvador, por fortuna aún no hay que pedir disculpas ni indemnizar a una maldita cadena de carbono. La vida o semivida de un virus es letal, solo un compuesto artificial y altamente contaminante puede proteger a sus víctimas. ¿Qué dice Greta Thunberg (marca registrada) al respecto? La concentración en la lucha contra la epidemia de plásticos ha oscurecido la lucha contra la epidemia con plásticos. Pese a su asombrosa longitud, estas moléculas no pecan de soberbia.

Superplastic contra el Coronavirus, con el bicho interpretado por Joaquin Phoenix, no arrasaría en la taquilla. La química que nos contamina también acostumbra a ser invocada por quienes la denigran. La llamada crisis de los pepinos entre España y Alemania no solo estaba falsamente atribuida, sino que su causa probable era un cultivo ecológico consumido por selectos ciudadanos que se jactaban de respetar al planeta. Cuando enfermaron por centenares, recurrieron a fármacos de la enésima generación, que se desarrollan infligiendo un daño ambiental notable. En un lenguaje que nadie emplea cuando surge la necesidad, es probable que la huella ecológica de su curación superara con creces al ahorro propiciado por su alimentación tan presuntamente salutífera.

Si los plásticos hablaran, se quejarían quizá de que su comprensible mala fama se debe a la cantidad de problemas humanos que han de solucionar. O, abreviando, a la enormidad de seres humanos que buscan refugio en una frágil esfera. Para mantener en pie a ocho mil millones de personas sobre este planeta, hará falta mucho plástico, o materiales aún más indignantes que este. Al tiempo.

*Periodista