Mi amiga Sheila, compañera de estudios en Londres, judía ella, nacida en Addis-Abeba, Etiopía, me decía que pertenecía a la etnia judía de aquellos que acompañaron a la reina de Saba, en su viaje de regreso, después de ofrecer sus encantos al rey Salomón, y lo mucho que había sufrido en el nuevo Israel, al ser considerada como ciudadana de segunda. Sheila es de tez morena, ojos oscuros, pelo rizado y constitución más bien esbelta, nada que ver con los judíos originarios del centro y este de Europa. Pero su patria es Israel.

¡Albricias! Es un nuevo concepto de sentimiento patrio. España, por su historia y evolución a lo largo de los años, es un conjunto de nacionalidades con características peculiares, con lenguas y culturas diversas y no por ello menos españolas. Así me educaron y así lo pienso.

Otra cosa son los intereses económico-políticos. Y si no que se lo digan a las grandes empresas farmacéuticas, de cosmética, textiles, de servicios, etc., que están ubicadas en la vecina Cataluña. Los líderes independentistas han declarado que los nuevos inversores deberán moverse en un nuevo ambiente político, como si la república catalana hubiese sido ya proclamada. Hay mucho que andar para que el nieto de la Macarena, empadronado en Terrassa, necesite el pasaporte para ir a visitar a su abuela a Sevilla. ¡Vamos ya¡

Renegar de los orígenes es lo más triste que le puede pasar a una persona. Por desgracia, muchos ciudadanos, especialmente de las últimas generaciones, han seguido el juego de algunos y han malinterpretado la integración con la renuncia a sus valores personales. La discriminación de las gentes por su raza, origen, religión, lengua o cultura es anticonstitucional. Si existe, de la forma que sea, hay que denunciarla.

*Secretaria provincial de Derechos Civiles del PSPV-PSOE