Mariano Rajoy inició ayer la ronda de negociaciones para la investidura recibiendo a Coalición Canaria, que sacó la conclusión de que el líder del PP descarta ya la gran coalición y se inclina por un Gabinete en minoría. En ese caso, para la investidura pueden ser decisivos los cinco votos del PNV, que, como se esperaba y fue confirmado por el lendakari Íñigo Urkullu, presentará en la negociación la llamada agenda vasca, que incluye el traspaso de la política penitenciaria y el acercamiento de presos de ETA a Euskadi, además de reivindicaciones económicas para mejorar el autogobierno. Las primeras reacciones del PP han sido contrarias. Pero han pasado ya cinco años del fin del terrorismo y no debería escandalizar a nadie que el PNV plantee el acercamiento de presos o la flexibilización de la política penitenciaria, siempre que se respeten las leyes, al mismo tiempo que exige a ETA su desarme y la asunción completa de la legalidad.

Con el conflicto de Cataluña sin abordar, Rajoy no debería abrir otro frente con el PNV, y más si tenemos en cuenta el pragmatismo con que Urkullu ha actuado desde que accedió a Ajuria Enea. El PP debe asumir que para pactar no puede hacer la misma política de cuando gozaba de mayoría absoluta.