Querido/a lector/a, esta semana y en la mesa de almuerzo del viernes en la playa de Moncofa saltaron las preguntas políticas del momento. Me refiero (como no podía ser de otra forma), a esas que más o menos tratan de averiguar que ha pasado en Podemos y, en concreto, entre Errejón e Iglesias.

Bueno pues, a pesar de que la política es un hecho publico ante el que cualquier ciudadano tiene el derecho e incluso el deber de opinar, la prudencia aconseja (en desavenencias internas del partido) a no influir desde fuera y dejar que sus propias gentes lo resuelvan, si es que pueden. En última instancia, y al menos en mi caso, no debo valorar y mucho menos juzgar, porque no sería neutral: respetando a los dos, siempre me he identificado más con Errejón que con Iglesias.

No obstante, algunos de los problemas que ha tenido y tiene Podemos, están relacionados con el hecho de que es un partido muy complejo, con muchas corrientes y alianzas diferentes y, en consecuencia, con dificultades para armonizar la riqueza de la pluralidad con la imprescindible unidad de acción. Tanto es así que a pesar de lo positivo que es analizar la realidad social desde diversas variantes, a veces se expresa como algo ingobernable. Al tiempo, y para evitar lo dicho, de vez en cuando se nota un excesivo súper liderazgo y un obsesivo control de la dirección que no sirve para integrar y evita la auténtica participación y la necesaria flexibilidad creativa. En última instancia, y no es cosa menor, tengo la impresión de que cierta radicalidad y dogmatismo les hace pocos fecundos para el diálogo, el pacto y el gobierno.

Querido/a lector/a, Podemos está ahí por méritos propios, por una necesidad social. Sin duda. Pero cuando la izquierda, que no lo tiene fácil, aporta desavenencias entre partidos y líderes, pierde utilidad social y, en democracia, esto se paga perdiendo confianza y votos. Atención.

*Analista político