La eclosión del 2018 fue un punto y aparte en la reivindicación feminista, que culminó con la huelga del 8-M, ampliamente seguida entre la población y secundada por sindicatos y partidos de izquierda. Se visualizó como nunca una ola de protesta que reclamaba una igualdad total y efectiva y la erradicación de todas las políticas y los usos cotidianos discriminatorios con una lección de dignidad que también ponía sobre la mesa las precarias condiciones de trabajo, la brecha salarial y el llamado techo de cristal.

Un año después, el movimiento feminista sigue más vivo que nunca porque la falta de equidad está vigente, como lo están los reiterados casos de violencia de género y los escasos recursos destinados a combatirla. La lucha de las mujeres no es cuestión solo de un día, sino una lucha continuada para que la sociedad tome conciencia de uno de los problemas más graves y recurrentes. Pero, las condiciones han cambiado en un sentido. La inminencia del periodo electoral ha provocado posicionamientos distintos de los partidos y el feminismo ha pasado a ser, con más intensidad, un punto crucial de los programas, en el intento de capitalizar el femenino, que según el CIS será decisivo el 28-A. Además, en los últimos meses, con la previsible irrupción de la extrema derecha en el panorama nacional y con el cuestionamiento ultra de derechos que parecían inamovibles o con la introducción de eufemismos para convertir la violencia de género en violencia doméstica, el debate se ha encarnizado.

PP y Cs, que se opusieron vehementemente hace un año a la reivindicación, modulan hoy sus posiciones, si bien manteniendo las distancias con un movimiento que siguen considerando radical. El PP, aunque no participará en la manifestación, se declara ahora dispuesto a legislar sobre la brecha salarial, un tabú cuando estaba en el Gobierno, y Cs promete un «feminismo liberal» con propuestas como la regulación de la prostitución o los vientres de alquiler. No parece que Vox vaya a condicionar a la derecha en cuanto al concepto de violencia machista, pero sí que empieza a sonar, por ejemplo, la música de la revisión de la ley del aborto. Por su parte, Podemos, en su línea feminista, incluso ha cambiado su marca electoral (Unidas Podemos) y el PSOE ha aumentado el nivel de su compromiso. Conscientes todos de que este es un campo de batalla crucial. Por eso, en este 8-M preelectoral, hay que exigir más leyes que sirvan para avanzar y combatir la tentación de laminar derechos de la mujer.