Tras la negativa de Italia y Malta a autorizar el desembarco y después de que España le ofreciera atracar en València, el barco Aquarius con 629 personas a bordo abandonadas a su suerte en el Mediterráneo se ha convertido en símbolo de la desastrosa política migratoria europea. La encomiable iniciativa del Gobierno de España y de la Generalitat Valenciana de acoger por razones humanitarias al Aquarius después de que el nuevo Ejecutivo italiano cerrara sus puertos para que no atracara en ellos, es un gesto que debe tener continuidad. Por ejemplo, que España cumpla con las obligaciones adquiridas por las que debía acoger a 17.000 refugiados. Solo se ha acogido al 14%.

También es el momento de que los miembros de la UE entiendan que el problema de los refugiados no se va a resolver cerrando puertos y fronteras, incumpliendo los pactos, dejando que el Mediterráneo siga siendo una gran fosa común o subcontratando a terceros países (Turquía, Libia) para que hagan impenetrables nuestros confines.

Hace falta una verdadera política migratoria que sea humanitaria y, al mismo tiempo, equitativa y de obligado cumplimiento para los miembros de la Unión Europea. Que el ultraderechista y xenófobo Matteo Salvini se alegre de lo que califica de «primer objetivo alcanzado» demuestra su bajeza moral. En el proyecto de la Unión no pueden caber, bajo ningún concepto, políticas o manifestaciones insolidarias que lleven el germen de la ruptura.