Querido lector:

Mientras crecen las protestas antitaurinas al rebufo de las nuevas configuraciones políticas de las administraciones públicas en la Comunitat --unas protestas minoritarias donde las haya, aunque perfecta y estratégicamente organizadas--, en la provincia de Castellón, sin embargo, la tradición de celebrar bous al carrer en todas sus modalidades va a más. En el año 2015 se batió un nuevo récord con 4.035 festejos de estas características a lo largo y ancho de la provincia, y ahora que comienza la nueva temporada con la Semana Santa y las pascuas taurinas, las peñas auguran que en el 2016 ese número se superará.

Un amigo de fuera de la Comunitat, que se sorprendía de esta circunstancia, me preguntaba si en Castellón no habían cambiado los gobiernos municipales. Yo le dije que sí, que la mayoría de los más importantes pertenecen a coaliciones de partidos de izquierda, pero que eso, en relación a los toros, no era significativo, ya que la demanda social es tal, que pocos políticos, del color que sean, se atreven a ir en su contra. Y le señalé que además la tradición está tan arraigada que muchos de ellos a pesar de militar en partidos nada taurinos, sí lo son porque han mamado la afición al bou desde pequeños, especialmente en los periodos festivos, y los que no gustan de estos espectáculos o se posicionan en contra tienen en Castellón una visión mucho más abierta y menos restrictiva.

Además, le comenté, esa demanda social y ese arraigo con los festejos taurinos hacen que el político en Castellón no pueda ponerse de perfil, aunque algunos o muchos lo pudieran preferir. Como la gran mayoría de espectáculos son financiados por las comisiones y peñas taurinas --los ayuntamientos, a lo sumo pagan algunos toros y corren con los seguros-- si el político se inmiscuye solo lo puede hacer para prohibir, porque restar financiación sería inmiscuirse en la organización de las fiestas, que afortunadamente se realizan por personas independientes.

Y eso son ya palabras mayores. Se juegan su carrera política.